domingo, 11 de septiembre de 2016

"ESCRIBIR ES VIVIR" de Jose Luís Sampedro (2005)


José Luís Sampedro tenía la virtud de escribir sin pretensiones grandilocuentes, y conseguir sin quererlo reflexiones trascendentes. La naturalidad y experiencia de Sampedro se conjugaban con una especial sensibilidad y dotes literarias que daban como resultado verdaderas lecciones vitales en forma novelada. 

"La vieja sirena" es para mí una historia épica y atemporal, un clásico escrito en época contemporánea. Y "El amante lesbiano" es un magnífico ejemplo de cómo analizar y replantearse dogmas, y entender otra forma de amar y de vivir.


"Escribir es vivir" me interesó porque no era una novela, sino una serie de conferencias en las que Sampedro contaba su vida. Y es que su persona es sin duda uno de sus ganchos comerciales, pues basta con leer  o ver una de sus múltiples entrevistas para querer ir a comprarse uno de sus libros. Este barcelonés de nacimiento tiene la pinta, y no solo la pinta, sino el bagaje cultural, el tono de voz, el humor, y el lenguaje corporal de un sabio. Esa es la impresión que uno tiene sin llegar a leer nada que haya escrito. Pero tras leerle la sospecha se confirma, e incluso se hace más honda. Porque Sampedro no es un sabio de oráculo, sino un sabio del pueblo. Ese que no desperdicia su tiempo dando consejos a los gobernantes ni ejerciendo de filósofo elitista, sino que por el contrario, se dedica a escribir sobre la ética cotidiana que habita en muchos aspectos: el familiar, el amistoso, el amoroso, el local,… y a través de ese camino se abre una vía para enfocar dimensiones mayores.

Lo anterior ya es suficiente motivo para asomarse a su obra aunque solo sea una vez, pero habiendo yo ya completado ese paso, me intrigaba cómo se habría desenvuelto Sampedro en la época franquista. Porque en las últimas décadas se le había entronado como una voz autorizada e independiente contra el conservadurismo y un crítico al capitalismo desalmado, no en vano era economista, y uno de sus últimos libros se llamaba “El mercado y la globalización”. ¿Pero cómo reaccionó este icono tardío cuando la bota del dictador todavía pisaba los cuellos de tantos ciudadanos?

El libro no pretende profundizar en este aspecto, aunque en su natural discurrir sí da algunas pistas al respecto.

TRABAJANDO BAJO LA DICTADURA

Sampedro trabajó en un banco durante muchos años, aunque salió de él sin entender una sola palabra de contabilidad, créditos, hipotecas o comisiones. Él encontró la manera de que le ubicasen en otras tareas para las que sí se sentía dotado. Tuvo la oportunidad de irse junto Manuel Arburúa, que le reclamó para incorporarse al Ministerio de Comercio, de reciente creación, pero Sampedro prefería mantenerse ajeno a cargos políticos y prefirió seguir trabajando en el banco, el cual le daba los pertinentes permisos para colaborar en calidad de técnico. 

Hay un sector nostálgico del franquismo que no concibe que un hombre bien posicionado como lo fue José Luís Sampedro (Subdirector del Banco Exterior), haya rechazado medrar en democracia tirando de su herencia franquista. También hay otro sector de puristas en el espectro político contrario que siempre vieron con malos ojos que algunos artistas nacieran y se  desarrollaran profesionalmente bajo una dictadura. 

Los primeros no perdonan la abdicación de poder de Sampedro y su última adscripción al movimiento de los indignados del 15M. Para ellos hay una grave contradicción entre las primeras obras de marcado carácter económico y la prédica izquierdista que Sampedro hacía en sus últimas décadas. Olvidan sin embargo, que Sampedro nunca fue conservador, ni alardeó de ello; tampoco fue marxista, ni antes del 15M ni después. La aproximación a la economía estadounidense y su posición pro-europea, en su contexto original, era una apuesta por la modernización dentro de las limitaciones del sistema político-económico del franquismo, no una contradicción conceptual como pretende Iván Vélez (Iván Vélez publica en Catoblepas y la Gaceta, y en su blog entrevista a sus referentes más interesantes, como Gustavo Bueno o Pío Moa, lo cual nos puede dar pistas de los sesgos que aplica a Sampedro.) Tampoco el rechazo al socialismo de la URSS implica que se abrace el capitalismo. Ni tampoco es cierto que todo rechazo del capitalismo, como podría asignarse a buena parte del 15M, implique abrazar el leninismo.

Los segundos solo pueden ver las imborrables manchas de haber trabajado y haberse ganado la vida bajo una dictadura, son incapaces de concebir una vida digna si no va acompañada de cierto heroismo, y toda disidencia que no pase como mínimo por quemar un par de contenedores es una vulgar connivencia con el poder.


Ahora es fácil hacer distinciones salomónicas y ver aquella época en blanco y negro, pero como todos los que han vivido en épocas de dictaduras, es bien sabido que hay muchos más colores contenidos en semejante olla a presión. Había matices que solo entonces se podían agradecer, porque aunque seguía siendo una dictadura, los cambios de 1951 supusieron que otro tipo de funcionarios más técnicos y mejor preparados se encargasen de asunto como la educación universitaria. Supongo que para el que le toca vivir en una dictadura no es lo mismo estar bajo el mandato de un inculto y embrutecido vigilante al que nombran ministro, que bajo el mandato de otro meapilas que ha tenido la oportunidad de culturizarse en áreas de humanidades y filosofía aunque siga las directrices de su jerarquía. El hecho de que los nuevos cargos proviniesen del "mundo de las derechas católicas" suponía para Sampedro "un avance relativo":

"Naturalmente, seguíamos viviendo en dictadura, pero con dos personas cultas y preparadas al frente de la educación universitaria la situación mejoró. [...] no puede decirse que en esa época se abrieran las ventanas, pero sí una rajita pequeñita y el poco aire fresco que se colaba por ella era muy de agradecer."

MESTIZAJE CULTURAL, RIQUEZA CULTURAL

Pasó su infancia en Tánger, de la que recuerda un ambiente multicultural que ha marcado su vida. Es decir, su obra, pues para Sampedro “no es posible establecer barreras entre la vida y la obra de un escritor sincero”. Ello no justifica, por supuesto, que tratemos de encontrar personajes autobiográficos en cada uno de sus libros, pero sí que sus vivencias, los caracteres de algunas personas o la cultura de algunos países, aparezcan en ellos. Y es precisamente la cultura, el mestizaje de culturas de dónde bebe nuestro autor para enriquecerse y enriquecernos. Por eso se muestra tan contrario a la tesis de choque de civilizaciones de Huntington.

“Y me extiendo en ello no sólo por nostalgia, sino para hacerles ver el contraste entre aquella vida y el llamado «choque de civilizaciones», esa doctrina reciente tan de moda en Estados Unidos. Están inculcando el miedo presentando el futuro inmediato en términos de choque de civilizaciones entre el Islam y el cristianismo. Bueno, a mí eso me parece monstruoso. Para empezar, es falso. Si se ha podido convivir durante mucho tiempo, como acabo de contarles que se convivía en Tánger, ¿por qué un choque? ¿Porque usted necesita un enemigo? ¿Se está inventando al enemigo para poder ir contra el enemigo?” […]
“Por eso aprovecho para recordar, siempre que viene al caso, que yo he vivido en pleno encuentro de civilizaciones y, de verdad, no había ningún problema. Naturalmente había ladrones, delincuentes y policía, pero el índice de delincuencia no era más elevado que en cualquier otro lugar, por el hecho de que unos fueran musulmanes; otros judíos y otros, cristianos.”

Pero sí vivió choques culturales cuando abandonó Tánger y se fue a vivir a Aranjuez, en donde nació como escritor según sus propias palabras. Eso no quiere decir que fuese reconocido como tal inmediatamente, ni mucho menos, pues a pesar de escribir “con tesón y perseverancia durante cuarenta años sin ser reconocido como escritor […] a mí no se me consideró escritor hasta los años ochenta.” Y una vez en Madrid tuvo que vivir nuevos choques cambios, como los que supusieron la República.

LA ESCUELA DE LA VIDA

Muchas de las lecciones, que ahora sus lectores resaltamos, no las aprendió José Luís Sampedro en escuelas de filosofía, sino en la escuela de la vida, esa en la que también estuvieron matriculados todos nuestros abuelos. Porque mientras que algunas personas se enriquecen del mundo únicamente con su visión y sus vivencias, contagiando a los demás su curiosidad y humanismo, enseñando humildad y valentía según el caso, otras pasan por este mundo como un pedazo de carne con ojos sin apenas legado alguno diferente de las procaces y soeces aventuras de la mili, o en el peor de los casos de la mismísima guerra. La indiferencia hacía el prójimo tan frecuente tanto en ricos como en pobres, es la condena de vivir una vida sin valores y sin valor, y que como tantas cosas que no se valoran, pasan desapercibidas para el desgraciado que renunció o al que se privó de buena parte de su humanidad. Quizás el arte y la sensibilidad para la que estaba dotado José Luís Sampedro marquen la diferencia, pero no solo se trata de hacer filigranas con las palabras y dedicarse a la literatura. Las enseñanzas vitales que Sampedro comparte con sus lectores bien podrían ser las mismas que uno de esos viejos sabios silenciosos que se pueden encontrar en las calles de un pueblo perdido de la península. ¿Qué podemos esperar salvo algunas indicaciones locales de un anciano al que consideramos poco más que un objeto pasivo más del pueblo que visitamos? Sin embargo, si tenemos la paciencia de escuchar y seguir su ritmo, hallaremos innumerables lecciones sobre cómo era la vida antes, y sobre todo, cómo se repite la historia y cuánto beneficio obtendríamos en no ningunear el pasado vivo que corre por sus venas, por muy seca como una pasa que nos parezca su arrugada cara.

Se nos va la vida creyendo que descubrimos el mundo cada día o que podríamos mejorarlo, y ciertamente esa noble aspiración hace que mejore algo realmente. La otra cara de la moneda es que para que lo anterior sea posible demasiado a menudo tenemos esos sueños de grandeza que nos hacen suponer que el pasado es sustancialmente diferente, y que sus protagonistas son una versión embrutecida de nuestro refinado espíritu innovador. A veces estamos tan enfrascados en guerras sectarias que se nos olvida que esas mismas batallas ya han sido libradas por muchos que nos antecedieron. Muchos se cansaron de tanta guerra, y encontraron la verdadera fraternidad que se da entre contrarios.

FRATERNIDAD ENTRE CONTRARIOS

“Uno de los estudiantes era falangista activo, y el otro, socialista. Y allí no pasaba nada. Incluso en esos tiempos convulsos y caóticos, porque ciertamente fueron años de disturbios, tensiones y conflictos, el ambiente de la pensión era de tolerancia y de esa especial solidaridad surgida de las necesidades y dificultades de la vida, de los favores mutuos con los que intentábamos suplir nuestras carencias.”

LA GUERRA CIVIL

José Luís Sampedro confiesa no haber tenido “ideas políticas propias” cuando estalló la guerra civil, y apenas con 18 años, se vio inmerso en la contienda del lado republicano, en donde presenció “los asesinatos de los descontrolados” bajo las filas milicianas. Esa experiencia le hizo pensar que “los suyos” tenían que ser los otros, es decir, los nacionales. Al poco tiempo se dio cuenta de su error, y aunque no se pudiera sentir identificado con ningún exceso bélico ni violencia, no cae en la falsa equidistancia que tanto se prodiga en nuestro país y que pone en el mismo nivel a vencedores y vencidos:

“No, no quiero hablar de la guerra. La hice con total ecuanimidad alcanzando el grado de cabo interino en ambos lados. Siendo de Aduanas, pude haber sido oficial de Intendencia, pero preferí renunciar a esas ventajas porque no quería mandar en nadie. Fui miliciano hasta agosto del treinta y siete, momento en que los nacionales tomaron Santander y me tomaron a mí. Me convertí en soldado nacional y hasta el final, que resultó ser peor que el inicio. Cuando llegaron los que yo suponía míos y empezaron a fusilar a gente, fue cuando me di cuenta de que los que habían ganado no eran los míos.

Me parecen horribles todos los asesinatos, estoy totalmente en contra con independencia de quién los comenta, pero hay diferencia entre unos y otros. Cuando un bracero de un cortijo, mal pagado y con frecuencia humillado, harto de esa vida aperreada, en un momento propicio, de revuelta popular, cae en la tentación de cortarle el cuello al amo, culpable de su miseria, sí, es un asesinato. Pero cuando tres señores bien vestidos, bien comidos, terminada la contienda, constituyen un tribunal, con total impunidad y bajo un crucifijo cuyo mensaje es amaos los unos a los otros, envían al paredón a un hombre por haber defendido unas ideas y un régimen establecido democráticamente, ahí el asesinato es mucho más censurable. Es decir, aun no justificando ninguno de ellos, es más comprensible el asesinato cometido por ignorancia, hambre e incultura que el cometido de esa manera fría y despiadada. Es algo que siempre tuve claro, pero no vamos a adentrarnos ahora en esa cuestión.”

Pero no haberse adscrito a ningún bando, ni a ninguna ideología, no implica que con el tiempo no haya identificado unos valores superiores en alguna parte del espectro político. Estudiando historia y viviendo las consecuencias de la misma Sampedro identifica claramente el progreso en la República.

LOS VALORES REPUBLICANOS

[…]" la República, supuso un cambio de ambiente extraordinario. Aquél era y sigue siendo mi país. Y no digo esto porque sea republicano, que lo soy. Pese a haber sido senador por designación real y haber tenido la oportunidad de decírselo al mismísimo rey, soy republicano, pero no se trata de eso. Cuando añoro la República, me estoy me estoy refiriendo al cambio espectacular que se produjo entonces en nuestro país en el ámbito cultural, en el terreno de las libertades, de la participación ciudadana, del desarrollo en general."

LA ECONOMÍA Y LA GLOBALIZACIÓN

¿Un escritor de letras frente a un economista de números? Sampedro se defiende alegando su interpretación profunda de la economía, y para ello echa mano de Antonio Machado: “Todo necio confunde valor y precio”. Detrás de todas las operaciones bursátiles y detrás de los precios, el consumo y la producción, hay un obrero con un salario y al final todo se reduce a “lo que hace la gente para vivir, para explotar, ser explotado o dejar de serlo”. Desde esa aproximación nos explica que la globalización siempre ha existido pues antes que nosotros la practicaron los romanos o el imperio británico.

“El otro concepto que quiero dejarles muy claro es que el mercado no es la libertad. A quienes sostienen esto les digo: 'Vaya usted al mercado sin un céntimo y verá usted dónde está su libertad de elección'. Naturalmente, el mercado es necesario; en cuanto hay un mínimo de desarrollo ya no vale el trueque. No soy tan tonto como para oponerme al mercado, pero hago la distinción entre economía de mercado y sociedad de mercado, una sociedad en la que sólo se valore lo que tiene precio en el mercado, cualquiera que sea su valor en otros terrenos. No soy enemigo del mercado, soy enemigo de que se mercantilice toda la vida humana."

SEGURIDAD POR LIBERTAD

Sin embargo el autor no es plenamente complaciente con la izquierda, y no se corta un pelo en recordarnos otros tiempos cuando el proletariado no estaba adormecido y tenía un espíritu más emprendedor. Todo ese aletargamiento vital es muestra de un fin de época en donde la cultura jugará un papel secundario en favor de la ciencia y la tecnología. Aquel  espíritu aventurero de antaño está en la base de todos los logros modernos que tiene que ver con la libertad. Ahora todo eso se da por hecho, pero que en su momento fue revolucionario. La Revolución francesa y la lucha por los derechos se hizo al auspicio de ese ímpetu transformador; un ímpetu que ahora se ha transformado en afán de seguridad. Incluso en un pasado reciente como en el crack de la bolsa en 1929, cuando el paro se cebaba con la clase obrera, el gobierno británico decidió subsidiar el traslado a otras zonas de Inglaterra:

"Pues bien, pese a las ayudas de viaje, vivienda, colegios y demás necesidades derivadas del traslado, se encontraron con que la gente no quería moverse. Hecho que contrasta con la situación de la Gran Bretaña de la Revolución industrial, a finales del siglo XVIII e incluso a lo largo del XIX cuando la gente migraba de una región a otra en busca de trabajo y nuevos horizontes, por ejemplo, a regiones donde empezaba a florecer la industria textil. Es decir, se aprecia un marcado contraste entre una época en la que hay espíritu individual de aventura, descubrimiento y búsqueda de soluciones con otra época en la que la reacción de los individuos es justamente la contraria, el inmovilismo, el agarrarse a lo conocido esperando a que "me" lo resuelvan en lugar de salir a buscar la solución. Dicho de otro modo: se ha sustituido el ansia de libertad por el ansia de seguridad."

ESPIRITUALIDAD MATERIALISTA

José Luís Sampedro reclama cierta espiritualidad a pesar de su agnosticismo. No hacía bandera sobre la inexistencia de dios, más bien se metía con los excesos de las religiones y en concreto contra la que más próxima había sentido, la cristiana. Algunos dicen que era ateo, pero en varias de sus entrevistas declara que la cuestión de dios no puede ser afirmada ni negada con absoluta seguridad, aunque afirmaba creer que no existe ninguno, y mucho menos la farsa que se nos vende en la Biblia contra la que estaba claramente en contra. Agnóstico o ateo, no se resigna al cliché de estas etiquetas, y como tantos otros ateos reclama el derecho a maravillarse con los misterios de la vida. Incluso va un poco más allá que Richard Dawkins, pues mientras este reivindica que algunos aspectos terrenales como la ciencia, el universo, la biología o incluso la música, puedan asemejarse a algún éxtasis religioso, Sampedro llega a disfrutar la mística netamente religiosa de santa Teresa y san Juan de la Cruz.

"Yo creo también en la espiritualidad, en lo inmaterial y en el misterio porque creo en la multidimensionalidad del mundo. Por eso muchas veces hablamos de lo misterioso, lo increíble, lo mágico, al estar hablando de dimensiones diferentes, lo que en realidad estamos diciendo es que no sabemos medir, ni captar, ni coger aquello cuyos efectos, sin embargo, percibimos de manera extraña. De la misma manera que puedo sentir el calor sin necesidad de termómetro, puedo sentir el misterio sin necesidad de medirlo. Eso es lo que llamamos magia, misterio, espiritualidad, Dios, si ustedes quieren.”

Sin embargo también repetía en sus entrevistas que no creía en Dios:

"La religión vaticana me parece un atraso que tuvo un sentido en otras épocas, pero se ha quedado en la Edad Media y no pertenece a este tiempo. Para mí está clarísimo que si Dios existiera, cosa que no creo, sería imposible que fuese tan antropomorfo como nos lo pinta el Vaticano."
Algunos de sus dardos antirreligiosos estaban cargados de apología a la libertad sexual, aunque guardaba cierto romanticismo por otras culturas, incluidas sus religiones:
 
"Leí mucho a santa Teresa, a san Juan de la Cruz, pero aun siendo prodigiosos y admirables, que lo son, no resolvieron mis problemas. La mística cristiana no considera a la mujer, no la trata bien; en cambio los orientales sí. Para el tantra, la mujer es un escalón de acceso a Dios, es un acceso a la divinidad. Los sufíes musulmanes, sin ser tan sexuales como el propio tantrismo, también tienen en cuenta el amor físico, hablan del amor carnal y de la mujer con una intensidad que nosotros no admitimos."
MINERO DE UNO MISMO

"Escribir es vivir" es un ensayo sobre la relación entre los autores y sus obras que toma como punto de partida la vida de Jose Luís Sampedro. Todo lo que nos vamos encontrando en su trayecto autobiográfico va influyendo en sus temas de escritura y en cómo ve la vida. No encontraremos grandes párrafos de pura literatura sobre la condición humana, para eso tenemos sus novelas, pero sí encontraremos muchas reflexiones que de manera natural se traen a colación en su narración. Incluso algunas citas, muchas de ellas prestadas, que merecen la pena pasar no olvidarse. Quizás la más comprometida sea la que el autor descubre de Martin Luther King:

"Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerán lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escadaloso silencio de las buenas personas".

Pero la más profunda, veraz, y en perfecta armonía con el título del libro es la que nos explica que el hecho de escribir nos ayuda a ordenarnos por dentro: "Escribir es ser minero de uno mismo". Personalmente la comparto íntegramente, pues no solo he descubierto más de mi mismo escribiendo, sino que ya toda vida sin leer ni escribir me resulta aburrida. Y es que hay quien escribe para vivir, y quien vive para escribir, de la misma manera que hay escrituras que se ven afectadas de la vitalidad de sus autores y hay vidas que se ven marcadas por los libros que han emanado de sus corazones. La obra de José Luís Sampedro, y él mismo, pertenecía a todas esas categorías, rico por dentro como era, y tan enemigo de las simplezas materiales como amigo de la complejidad humana.

"[...] mi creencia de que escribir es ser minero de uno mismo, hacerse arqueólogo, profundizar en uno, 'entrar más adentro en la espesura'."

ENTREVISTA

Dejo una de sus últimas entrevistas, sería difícil decir si es la mejor, porque un paseo por youtube nos deja magníficas conferencias y entrevistas que nos recuerdan la humildad y sabiduria de este escritor que deja huella.

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