viernes, 10 de enero de 2020

"GUERRAS DE AYER Y DE HOY" de Mikel Ayestaran y Ramón Lobo (2016)

Hay algunos libros que te hacen ver con claridad lo ignorante que eres. Este es uno de ellos. Leemos y vemos las noticias para comprender el mundo que nos rodea, pero nunca llegamos a contactar con el que redacta y vive la noticia. Recibimos mini-cápsulas de información, a veces filtrada, y con la duración correcta entre dos bloques publicitarios. Estos dos autores nos ofrecen un diálogo sereno, una comprensión creíble de lo más terrible de la humanidad. Se podría decir que debido a su trabajo como corresponsales de guerra, tienen la guerra en la sangre, pero no hacen sangre con su retórica, son extrañamente moderados.

Su relato, en forma de pregunta y respuesta, y con el tono de un viejo sabio que ya ha visto de todo, me recuerda a maestros enciclopédicos como Robert Fisk, analizados anteriormente en Lecturas Porcinas. Pasados de todo, algo en su dura piel les empuja a no pasar de la guerra y seguir contándola. Y siguen agitando las conciencias con citas como esta: "La pregunta moral no es qué hizo el fotógrafo, es qué está haciendo usted en su sofá."


Sobre la Guerra de Irak ambos comparten que fue el avispero a partir del cual se agravó todo lo demás. Ahora, lo que se dijo o se hizo son batallitas de progres para muchos jóvenes. Yo sí recuerdo esas manifestaciones, las más grandes del planeta. Todos esos acalorados debates, cargados de razón, o eso pensábamos, y que décadas después el tiempo nos ha dado la razón de manera más dramática de la que imaginábamos. Para algunos son solo datos anecdóticos perdidos en artículos que ya nadie lee. Los autores se encargan de rescatarlos y conectarlos con las guerras del actual Oriente Medio.

Ramón: [...] Tony Blair decía que el mundo es más seguro, pero yo cada vez me siento más inseguro. Cada vez hay más argumentos para ello.  Y hace 10 años, Oriente medio no era así.
Mikel: Podemos concluir que todo nace de la invasión de Irak.
Ramón: Es la madre del cordero.
Mikel: Y no porque fuera una guerra ilegal que lo era o porque la invasión estuviera mal planificada sino porque todo lo que se hizo en la posguerra fue un desastre.

A lo largo de ciento treinta y pico páginas, en un formato de bolsillo literalmente hablando, nos hablan con soltura y sencillez de temas omnipresentes como el de la religión, una especie de alfombra sobre la que todo se mostraba y que ahora se ha convertido en un manto que todo lo tapa, o emponzoña como diría Hitchens.

Ramón: Creo que tenemos varios problemas con el islam. El primero es que no tenemos ni idea del islam.
Mikel: No tenemos ni puta idea.
Ramón: Saben mucho más ellos de nosotros que nosotros de ellos. No conocemos su punto de vista.
[...]
Mikel: [...] En las guerras que yo vivo ahora, Sobre todo en Oriente medio, el factor religioso es un mi presente, pese a que es algo reciente. Antes era una región mucho más laica.
Ramón: ¿Has visto esa evolución en alguien que conozcas?
Mikel: Me ha pasado con mucha gente en Gaza. Gente educada en el extranjero, con recursos y posibilidades, que ha ido transitando hacia lo que ellos llaman el camino a Dios.

Sobre Israel no se muestran condescendientes tampoco, aunque confiesen que no saben por qué es el único país junto con Irán, que no reciben ataques de Estado Islámico o Al Qaeda:

Mikel: [...] Israel es un país para judíos. Allí la primera pregunta no es cómo te llamas, ni cuántos años tienes, ni de dónde eres. La primera pregunta es si eres judío. Yo siempre les pregunto a ellos donde nacieron y eso descoloca algunos.  Me dicen: "Nací en Australia… pero mi alma es judía".  Todo lo que era el sionismo de izquierdas, el que dio origen al estado de Israel, ha pasado a ser un sionismo religioso, y han empezado utilizar los conceptos del derecho, pero no del derecho sobre la tierra, del derecho legal, sino del derecho divino. Por primera vez en la historia del país, el jefe de la policía, el jefe del ejército y el jefe de inteligencia llevan Kipá. Es una cosa que no se había visto nunca. La influencia de la religión en todo Oriente medio no es ajena Israel.
La relación de Erdogan con Estado Islámico puede que no sorprenda a quienes piensan que "todos los moros son iguales". Pero quienes sabemos de los incansables intentos de Turquía por pertenecer a la Unión Europea, y de los compromisos de esta para mantener ese horizonte, cuesta entender estas cosas:

Mikel: El ejército turco está descabezado justo cuando es más importante. Están todos metidos en los cuarteles. Durante la noche del golpe, lo que veías en la calle eran barbudos con dagas y cuchillos. Por las calles de Estambul, que no estamos hablando de Raqqa, la capital del Estado Islámico en Siria. Turquía daba miedo esos días. Los medios públicos turcos tienen un uso del lenguaje muy específico. A Estado Islámico, por ejemplo, no se refieren como grupo terrorista. La etiqueta "terrorista" la usan con los kurdos, pero no con Estado Islámico. Tampoco los llaman hermanos, pero la línea divisoria es muy difusa. Lo cual para el Occidente puede ser bueno, como puente hacia un aliado potencial al que acercarse; Occidente, al final, va a tener que negociar de alguna forma como Estado Islámico o con lo que venga detrás.
Según Ayestaran, la UE abraza ese tipo de golpes y dictaduras militares desde el minuto uno. Antes Europa era garante de la moral en los asuntos internacionales, pero ahora hace mero seguidismo de tendencias sin tener opinión propia. Y de España no se puede decir nada diferente.

Los atentados terroristas nos escandalizan, pero los autores nos recuerdan que hay muchos más de los que salen en nuestras televisiones. Hasta el punto de que la gente los normaliza en su días a día. Y lo que significa la lucha contra el terror para nosotros, básicamente contra el yihadismo, para otros lugares del planeta significa luchar contra los drones de EEUU y los aviones franceses que bombardean Siria. Hay dobles raseros que los medios de comunicación ni siquiera detectan porque han sido diseñados bajo esas premisas sesgadas. No solo en Occidente. Los autores daban cierta credibilidad a la cadena catarí Al Jazeera, pero con la guerra en Siria y el doble discurso dependiendo de si emiten en su versión inglesa o no, han perdido su reputación. Y los periodistas han perdido el norte en un mundo donde ya no se sabe quiénes son los buenos y los malos. Antes, con la II Guerra Mundial sabíamos que era la democracia frente a los nazis. Ahora hay una tranza de muertos y alianzas, culturas y materias primas, imposible de desmarañar. La clásica guía política de izquierda-derecha es inútil, o en todo caso decepcionante.

Mikel: A nivel ideológico, creo que en el contexto de la Primavera Árabe y de lo que ha pasado después hay una confusión grave, sobre todo en los sectores más de izquierdas. Hubo gente que pensaba que Gadafi era el adalid de la democracia y de los derechos humanos, simplemente porque la OTAN lo estaba atacando. ¿Cómo se puede defender a ese dictador? A muchos periodistas que hacían coberturas con los rebeldes decían que eran unos vendidos a la OTAN. Y pasa algo parecido con Asad en Siria.
Ramón: Tenía un compañero en El País, de Comisiones Obreras, que me decía que Slobodan Milosevic era un comunista y que yo era un antiserbio. ¿Pero cómo va a ser comunista Milosevic? Es un oportunista. Fue una delegación de Izquierda Unida a verlo. Si criticabas a Milosevic, eras un facha. La izquierda tiene una visión muy pobre de los conflictos. Como dices, se observa ahora con la guerra siria y el régimen de Asad.
La conversación continua hasta el final del libro, intercambiando experiencias en zonas de conflicto, incluso discutiendo sobre si una paz momentánea merece llamarse paz. Algunos episodios dramáticos, terribles, quedan grabados en la memoria del lector. Como cuando un colega de Ayestaran le ofreció su chaleco antibalas porque tenía un cáncer terminal y le quedaban meses. O como cuando Ramón Lobo encuentra a un niño sacada a cuchillazos del vientre de su madre muerta, y decide ayudarlo. Lobo buscó la complicidad de alguna organización que se hiciera cargo de salvarle la vida, porque ellos se iban y solo con dinero no hubiese sido suficiente. Unicef le falló y lo denunció en un artículo que llevo a mediar a Jesús Ceberio, director de El País, con el presidente de Unicef. Estas historias, que ponen al corresponsal, reportero o enviado especial de guerra  en el dilema de seguir siéndolo o tomarse una pausa e implicarse en alguna de las historias que pasan por sus manos, son especialmente conmovedoras e inquietantes. Aunque da la impresión, dicen los autores, de que las consumimos como una aventura más, otro artículo más, pero que a nadie le importa realmente. 

Creo que, por muy bien que escriban deberían afrontar que nunca conseguirán transmitir la intensidad de una vivencia. Ningún escritor puede. Su misión no es llevarnos a la guerra sino llevar una parte de la guerra a nuestros salones. Si lo consiguen, y conmigo lo han conseguido, ya pueden darse por satisfechos. El resto depende de cada cual.

Como prueba de lo anterior, cierro la reseña con una de esas historias que no dejan indiferente al lector. Ojalá los podamos seguir leyendo, y no caigan como tantos colegas suyos en el camino. 

Cuando estaba a punto de terminar esta reseña, me entero, de que a la familia de Jose Couso le han dado hoy mismo la razón por haber sido abandonada por el gobierno español cuando buscaban esclarecer la verdad del asesinato del cámara de Telecinco a manos del gigante de EEUU. Le dedico a su familia esta reseña, por su perseverancia, y por la memoria de quien disfrutó su vida en esa profesión. Ni él ni su familia parece que sean de los que se quedan en el sofá. No parece que lo vayan a hacer por unos cuantos miles de euros.

Ramón: Hay una historia que no puedo olvidar. Fui a un hospital en Tuzla (Bosnia) en abril de 1993. Había una sala llena de niños heridos de Srebrenica. La ONU los acababa de evacuar. Unos estaban cojos de un pie, otros mancos, otros tuertos. Me fijé en una niña que estaba entera.  Era blanca, muy pálida, parecía que le habían puesto una bombilla dentro. La directora del hospital me explicó que no era de Tuzla y que tenía leucemia. Se llamaba Sabrina Musi. Nunca olvidaré su nombre. Un tipo de Save the Children tenía apalabrado un helicóptero militar británico para evacuara la niña a Split o Rijeka (Croacia). El tratamiento costaba 10.000 marcos (unos 5.100 euros). Era exactamente la cantidad que yo tenía escondida debajo del pantalón para pasar un mes en Bosnia. Dudé. ¿Qué hago? ¿Le doy el dinero a la niña y le digo al periódico que me han robado aunque quede como un gilipollas? Era mi primer viaje a una guerra, aparte del bombardeo de Bagdad en enero de 1993. Tras unos segundos eternos decidí que mi trabajo era contar su historia, no darle esos 10.000 marcos. Le di la mano (aún guardo en la memoria la impresión de esa mano fría) y salí del hospital. Escribí la historia y la mandé al diario. Esta noche cené en Tuzla con Bianca Jagger. Le conté lo de Sabrina. Ella había ido a sacar a un niño con problemas cardiacos. Apuntó el nombre. Volví a Tuzla un año después. Le dije al traductor que nuestra primera misión era averiguar qué había pasado con la niña. Fuimos al hospital y recorrimos pasillos y salas. En un despacho, una médica reconoció el nombre y empezó hablar. Como pasaban los minutos pensé que había historia. Imaginé que tras la evacuación habrían ocurrido muchas cosas: quizá la habían llevado a Italia y había recibido su tratamiento. Quizá se había salvado. Al salir del despacho, el traductor no dijo nada. Llegamos a su coche, encendimos un cigarrillo y me contó que la niña fue evacuada y murió un día después. "Tu dinero no lo habría salvado", dijo. “Puede ser, pero yo no le di el dinero“, contesté. Es una historia que me ha marcado. La tengo ahí metida.
Mikel: Joder.
Ramón: (Se emociona).


No hay comentarios:

Publicar un comentario