Este libro y su autor tienen un gran prestigio en el área de las diferencias entre los sexos. Es un clásico de la psicología evolucionista que trata de las estrategias del emparejamiento humano y que vio la luz tras un exhaustivo estudio de 37 culturas muy diversas entre sí. ¿Qué quieren los hombres de las mujeres? ¿Cuántos mienten y por qué? ¿Y ellas? ¿Tienen la misma psicología de emparejamiento?
En los estereotipos que conocemos los hombres mienten con tal de obtener sexo y las mujeres buscan "un buen partido" antes de dejarse llevar por la pasión, los celos en los hombres son más sexuales que emocionales, ellas los prefieren fuertes y ricos y ellos jóvenes y guapas... infinidad de clichés que parecen ser desmentidos constantemente por la realidad de gente que conocemos. Pero el libro no niega que existan excepciones ni que podamos escapar del promedio estadístico. Lo que afirma es que esos clichés reflejan tendencias que existen y son mayoritarias en todas las culturas estudiadas. También afirma conocer el origen de esas tendencias: vienen de nuestros ancestros. No fue el patriarcado, ni la religión, ni el sistema político, cultural o étnico. Fue debido, principalmente, a la selección sexual.
Antes de meternos de lleno a analizar el libro debo manifestar mis recelos con la psicología evolutiva. Me parece que puede llegar a ser especulativa y tener sesgo de confirmación. Tradicionalmente los críticos con esta disciplina la han acusado de ser determinista y de ignorar la influencia del entorno. No comparto esas críticas, y el profesor Buss se encarga de rebatirlas eficazmente en varias partes del libro (especialmente en el capítulo 10). Mi problema con la psicología evolutiva es por su lógica interna. Todo tiene que tener un sentido evolutivo. Y a veces se contenta con una versión del pasado que no ha sido probada.
Pongamos un ejemplo: supongamos que soy hombre heterosexual y necesito gafas por cuestiones laborales. La psicología evolutiva podría decir que en el fondo de mi psique está el impulso de ver mejor a la mujeres, porque mis ancestros usaban la vista para elegir mujeres sanas, bellas y jóvenes en edad fértil. Si aceptas que en último término todo está impregnado por la selección sexual es difícil negar que en el fondo mi motivación subconsciente sea la sexual. Y, sin embargo, ha sido una mera especulación.
Esta parodia no me impide reconocer que muchos hallazgos de la psicología evolutiva tienen respaldo en estudios empíricos, y el rigor científico por el que se conoce a David M. Buss está fuera de toda duda. El estudio que llevó a cabo en 37 culturas durante cinco años no entra en la categoría de especulación y apunta en la dirección correcta sobre el origen de nuestros deseos.
Reconocer de dónde vienen nuestros deseos no significa
sucumbir ciegamente a ellos. También hemos heredado, en especial los
hombres, cierto grado de violencia y no por ello legitimamos la
violencia. Pero si negamos nuestras raíces evolutivas es mucho más
difícil abordar el problema. Se trataría de investigar el pasado para
entender el presente, no para justificarlo. El problema metodológico es
que no siempre tenemos claro cómo fue el pasado, y la psicología
evolutiva muchas veces invierte el proceso e investiga el presente para
entender el pasado... un pasado que ya tiene claro cómo tiene que ser.
En cualquier caso, el deseo sexual y todo lo que le rodea (amor, celos, cuidados, apego, la guerra entre sexos, etc.) son aspectos todavía centrales en nuestras vidas. Desde las telenovelas rosas hasta las vidas de los más intelectuales más serios están afectadas por estas cuestiones.
CAPÍTULO 1
ORÍGENES DE LA CONDUCTA DE EMPAREJAMIENTO
Sabemos que la teoría de la evolución de Darwin pone el foco en la selección natural. ¿Cómo se hacía esa selección? No era algo consciente, sino el resultado azaroso de los que sobreviven adaptándose al cambio. La selección sexual opera de manera similar. No elegimos nuestros deseos sexuales de manera consciente, sino que los hemos heredado de aquellos que los tenían y que consiguieron dejar descendencia. Las estrategias reiteradamente fracasadas simplemente desaparecieron junto con los genes de aquellos que las empleaban y que no consiguieron dejar descendencia.
En el mundo de la ciencia hubo resquemores para aceptar la selección sexual aplicada a humanos ya que suponía darle un papel activo a la mujer, y los prejuicios culturales dilataron la investigación. Pero el autor consiguió terminar una investigación en 37 culturas diferentes, en más de 10.000 personas durante 5 años. Los culturas eran muy diferentes entre sí y se demostraba que muchos de los aspectos que se analizan no depende de la cultura. Puede que sufran alguna variación según las costumbres pero los promedios se mantienen independientemente del país. Es decir, que son rasgos evolutivos y no culturales.
Aunque el término estrategias sexuales es una metáfora útil para pensar en soluciones sobre los problemas de emparejamiento, induce a error en el sentido de que denota un intento consciente. Las estrategias sexuales no requieren una planificación consciente. Nuestras glándulas sudoríparas son «estrategias» para lograr el objetivo de la regulación térmica, pero no sudamos conscientemente ni somos conscientes del estado térmico de nuestro cuerpo.
ELEGIR, ATRAER, CONSERVAR Y SUSTITUIR
La hembra del pájaro tejedor africano examina el nido construido por el macho, y si no es de su agrado se va a otro. Los machos cuyos nidos son rechazados varias veces lo destruyen y se ponen a construir uno nuevo. Los que no lo hacen simplemente no se reproducen y no dejan descendencia. La hembra del elefante marino elije a los ganadores de las cruentas lucha entre machos, transmitiendo así a sus hijas dicha preferencia. Los humanos no somos pájaros tejedores ni elefantes marinos, pero guardamos una similitud con ellos y con la inmensa mayoría del reino animal: "el macho es el que suele competir con más fiereza que la hembra para aparearse".
Los hombres a quienes les era indiferente la infidelidad no garantizaban la transmisión de sus genes. Las mujeres no tenían tanto problema con eso puesto que su maternidad siempre ha sido cierta al 100%. Quizás por eso los hombres desarrollaron los celos sexuales (más que las mujeres), mientras que las mujeres lo que temían era que la inversión que ellas gastaban con la crianza de sus hijos y el riesgo del parto no se viera secundada por los recursos de su compañero si éste los desviaba hacia su amante.
Cuando la relación no funciona tenemos el divorcio. Y no es nada nuevo. Siempre han existido estrategias para romper y/o sustituir a la pareja. El divorcio es universal. Pensamos en los costes, las consecuencias y las alternativas como seres pensantes que somos, pero al igual que la mayoría de los mamíferos, volvemos al mercado de la pareja ganado o perdiendo valor en el mismo con el paso del tiempo.
La homosexualidad es un misterio desde el punto de vista evolutivo. No se entiende cómo ha llegado a nuestros días. Y no se puede explicar diciendo que es enteramente producto de la cultura ya que hay investigaciones con gemelos y mellizos que demuestran que parcialmente podría ser hereditaria. Algunas teorías que tratan de explicar la existencia de la homosexualidad desde el punto de vista evolutivo fueron tratadas por el autor en un capítulo 11 que eliminó en la última edición por ser altamente especulativas (altruismo con los parientes, establecimiento de alianzas, teoría del chico agradable, gen gay...). Se han mantenido los hallazgos más consistentes, como que las mujeres tienen mayor flexibilidad sexual durante sus vidas, mientras que la orientación sexual de los hombres aparece tempranamente y se suele mantener en un extremo u el otro (hetero/homo) habiendo pocos hombres bisexuales en comparación con las mujeres bisexuales. Puede que haya gays que, por culpa de la presión social, salgan del armario tras una vida de matrimonio heterosexual, pero eso no significa que sus orientaciones sexuales hayan cambiado. Sin embargo con las lesbianas es más habitual que la orientación sexual sufra cambios genuinos. En el siguiente capítulo se indaga algo más en la homosexualidad femenina.
Aunque las estrategias están grabadas en nuestros genes el entorno cultural condiciona mucho. Antes recolectábamos y cazábamos, y ahora vamos al supermercado. El impulso por alimentarnos sigue vivo, lo que sucede es que se adapta al contexto. Asimismo ahora vamos a los bares de solteros y usamos aplicaciones de citas en los móviles. Pero las investigaciones en múltiples y diferentes sociedades corroboran los tópicos que se nos asignan a los hombres y a las mujeres. Ellos buscan sexo y relaciones a corto plazo con más frecuencia que ellas, y ellas buscan recursos y seguridad con más frecuencia que ellos. Por supuesto, existen numerosos casos que demuestran que hay más variabilidad en la naturaleza, pero no desvirtúan las tendencias mayoritarias que este libro investiga.
NEGACIONISTAS DE LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA

Asuntos como estos son controvertidos y se han encontrado con resistencia e incluso intentos de censurar o cancelar este tipo de investigaciones. El activismo feminista no ha visto con buenos ojos estos hallazgos. Nuestro catedrático canadiense cuenta que en una conferencia una feminista le pidió que no divulgase las preferencias masculinas por la belleza y la juventud porque las mujeres ya estaban lo suficientemente machacadas como para que la ciencia dijera que todo el machismo lo llevaban los hombres en los genes. Eso sería, aclara el autor, como decirles al conjunto de los hombres que el azúcar no les debería saber dulce. Ya sabemos que el azúcar puede ser contraproducente para la salud, especialmente si se es diabético. En nuestra mano está controlar la cantidad de azúcar que debemos ingerir. Al igual que debemos y podemos controlar hasta qué punto nos dejamos llevar por nuestra naturaleza, y hasta qué punto debemos corregirla para alcanzar una sociedad más justa e igualitaria. Ignorar el cableado que nos ha legado la evolución no va a ayudar en una tarea tan noble.
En el capítulo 10 se habla de los orígenes evolutivos del patriarcado. Hombres y mujeres han desarrollado diferentes psicologías en función de diferentes instintos y preferencias.
Algunos critican tales diferencias, negando su existencia o deseando
que dejen de existir. Pero los deseos y las negaciones no hacen que las
diferencias sexuales psicológicas desaparezcan, como tampoco que les
deje de salir barba a los hombres o de crecer los pechos a las mujeres.
La armonía entre los sexos se iniciará cuando desaparezcan tales
negaciones y nos enfrentemos a los distintos deseos de cada uno.
Pero el feminismo no ha sido la única barrera que se ha encontrado la psicología evolutiva al investigar las diferencias sexuales. Hay una barrera perceptiva que exige al lector no pensar en el corto plazo sino a escalas temporales que se asemejan a las hazañas cognitivas de los físicos cuando hablan de objetos inobservables y universos paralelos. Y también hay otra de tipo ideológico, pues en muchas ocasiones se ha malinterpretado la evolución para inferir como deberíamos organizarnos política o económicamente (la ley del más fuerte y el darwinismo social que termina en fascismo, racismo, etc...). Hay una falacia naturalista que también ha aprovechado la evolución para concluir que todo lo que nos ha traído la evolución debe defenderse: si existe es por algún motivo... como si debiésemos defender la enfermedad por el mero hecho de existir. La versión contraria, la anti-naturalista, cree que lo natural es que nos amemos bucólicamente los unos a los otros, y cualquier cosa que indique lo contrario, como la competencia sexual, está causada siempre por el malvado ser humano y sus superestructuras como el capitalismo, el patriarcado, el comunismo, la religión, el egoísmo de los líderes, etc...
El autor nunca ha negado que la cultura tenga algo que decir al explicar nuestras conductas. Más bien al contrario. Pero el temor a que estemos presos de los genes ha hecho que sus detractores lo acusen de olvidarse del factores externos ambientales. Se trata de una barrera de miedo al inmovilismo.
Si una estrategia de apareamiento tiene sus raíces en la biología evolutiva, algunas personas piensan erróneamente que es inmutable, intratable y que no se puede alterar. Por tanto, según esta opinión, estamos condenados a seguir los dictados de nuestro mandato biológico, como robots ciegos e irreflexivos. Esta creencia divide erróneamente el comportamiento humano en dos categorías separadas, una biológicamente determinada y otra ambientalmente determinada. En realidad, la acción humana es inexorablemente producto de ambas. Cada hebra de ADN se desarrolla dentro de un contexto ambiental y cultural particular. En la vida de cada persona, el entorno social y físico contribuye al desarrollo y la activación de adaptaciones psicológicas evolucionadas. Cada comportamiento es, sin excepción, un producto conjunto de esos mecanismos y sus influencias ambientales. Al identificar las características históricas, evolutivas, culturales y situacionales que formaron la psicología humana y la guían en la actualidad, la psicología evolutiva representa un verdadero punto de vista interaccionista.
En principio, todos los patrones de comportamiento pueden alterarse mediante la intervención del entorno. El hecho de que actualmente podamos alterar algunos patrones y no otros es un problema únicamente de conocimiento y tecnología. Los avances en el conocimiento traen consigo nuevas posibilidades de cambio, si se desea el cambio. El ser humano es extraordinariamente sensible a los cambios de su entorno, porque la selección natural no creó en él instintos invariables que se manifiestan en el comportamiento independientemente del contexto. Produjo adaptaciones psicológicas precisamente para resolver los problemas que plantean los distintos contextos. Identificar las raíces del apareamiento en la biología evolutiva no nos condena a un destino inalterable.
Pero quizás la negación más palmaria a los resultados de la psicología evolutiva viene de nuestros corazones. Tenemos un sesgo romántico que nos hace mirar con desconfianza, y que confunde el ser con el deber ser.
Una última fuente de resistencia a la psicología evolutiva proviene de las visiones idealistas del romance, la armonía sexual y el amor para toda la vida a los que todos nos aferramos. Yo mismo me adhiero firmemente a estos puntos de vista, creyendo que el amor ocupa un lugar central en la psicología sexual humana. Escribí un ensayo titulado «El amor verdadero» que hizo pensar a algunos de mis estudiantes de posgrado que me había salido del carril. Pero las relaciones de apareamiento proporcionan algunas de las satisfacciones más profundas de la vida. Sin ellas, la vida parecería vacía. Después de todo, algunas personas consiguen vivir y emparejarse feliz y armoniosamente. Pero hemos ignorado la verdad sobre el apareamiento humano durante demasiado tiempo. El conflicto, la competición y la manipulación también impregnan el apareamiento humano, y debemos levantar la cabeza para verlos si queremos entender las relaciones más apasionantes de la vida.
CAPÍTULO 2
LO QUE QUIEREN LAS MUJERES
Buss declara que lo que quieren las mujeres no solo ha sido un misterio para los hombres del pasado, sino que también lo es para la ciencia porque sus estrategias sexuales son más complejas y enigmáticas que cualquier de los dos sexos de cualesquiera especies.
Las mujeres eligen de una oferta de proposiciones sexuales. Los machos son los que compiten por ser elegidos. Eso parece ser cierto tanto en los humanos como en casi todas las especies menos en las denominadas de papeles sexuales invertidos (como el grillo mormón, el pez aguja o la rana venenosa panameña) en donde las hembras son más grandes y agresivas que los machos. Pero por lo general la hembra elige y el macho conquista. ¿Por qué es así y no al revés?
La explicación propuesta por el profesor Buss tiene que ver con el tamaño de las células sexuales y sus funciones en el ciclo reproductor. Los espermatozoides compiten para llegar al óvulo y se producen por miles millones cada día, mientras que los óvulos son solo 400 en la edad madura de la mujer. Mientras que los primeros terminan su función una vez penetran en el óvulo, estos se embarcan en un largo proceso que tendrá a las hembras ocupadas 9 meses en el caso de las mujeres. A eso tenemos que sumar el tiempo de lactancia y crianza. Probablemente mucho más tiempo hasta que los niños fueran autosuficientes. Por no hablar del riesgo de morir en el parto. La mujer tenía motivos para ser muy selectiva puesto que arriesgaban mucho más y su inversión vital estaba en juego mucho más que la del hombre.
La explicación tiene sentido hasta cierto punto. ¿Se puede deducir el comportamiento humano a partir de características de las células de nuestro cuerpo? Imaginemos que alguien diga que los hombres son laboriosos y las mujeres holgazanas basándose en que los espermatozoides se mueven con gran velocidad y los óvulos solo tienen que esperar a que lleguen a ellos. O que la naturaleza proveedora de recursos de los hombres se explica porque son generosos, y eso se demuestra porque "regalan" su semen, mientras que la mujer se limita a recibirlo y por eso a ella le gustan los regalos. En mi opinión esta especulación sería un disparate. ¿Por qué no es un disparate defender que las mujeres eligen a los ganadores basándose en las carreras de los espermatozoides? Me resulta un argumento antropomorfista.
A diferencia de los óvulos que solo tienen que dejar llegar a los más fuertes y rápidos espermatozoides, las mujeres han tenido que desarrollar altas capacidades para detectar a los mejores candidatos. No solo tiene que saber quienes tienen los mejores recursos, sino detectar si está dispuesto a invertirlos en ella y sus hijos. Y muchas más cosas:
Los hombres se diferencian por su valor físico, habilidades atléticas, ambición, laboriosidad, amabilidad, empatía, equilibrio emocional, inteligencia, habilidades sociales, sentido del humor, redes familiares y posición en una jerarquía.
Además deben sortear los intentos de los hombres al exagerar/camuflar si tienen o carecen de esas cualidades.
CAPACIDAD ECONÓMICA O RECURSOS
La evolución de la preferencia femenina por los machos que ofrecen recursos puede ser la base más antigua y generalizada de la elección femenina en el reino animal. Pensemos en el alcaudón gris, un ave que vive en el desierto del Negev, en Israel. Justo antes de que comience la época de cría, los machos comienzan a acumular entre 90 y 120 presas comestibles, como caracoles, y otros objetos útiles, como plumas y trozos de tela. Empalan estos objetos en espinas y otros salientes puntiagudos dentro de su territorio. Las hembras examinan a los machos disponibles y prefieren aparearse con los que tienen los escondites más grandes. Cuando el biólogo Reuven Yosef retiró arbitrariamente partes de los alijos de algunos machos y añadió objetos comestibles a otros, las hembras se decantaron por los machos con mayores recompensas. Las hembras evitaban por completo a los machos sin recursos, relegándolos a la soltería. Siempre que las hembras muestran preferencia por la pareja, los recursos del macho son a menudo, aunque no siempre, el criterio clave.
Las encuestas en mujeres estadounidenses demuestran que ellas valoran la tenencia de recursos como una característica muy importante en los hombres, mientras que ellos solo lo estiman como meramente deseable en ellas. Estos valores se repiten en varios estudios de décadas diferentes, incluyendo las de la revolución sexual de finales de los 60, y ellas siguen puntuando el doble que ellos cuando se evalúan las perspectivas económicas.Esto no se ciñe a EEUU:
Mujeres de todos los continentes, todos los sistemas políticos (socialismo y comunismo incluidos), todos los grupos raciales, todos los grupos religiosos y todos los sistemas de emparejamiento (desde una intensa poligamia a una supuesta monogamia) concedieron más valor que los hombres a un buen porvenir económico. En conjunto, las mujeres valoran los recursos económicos un 100 por 100 más que los hombres, o aproximadamente el doble.
Igual que el miedo actual a las serpientes, según Buss, es el resultado de haber gestionado peligros ancestrales, estos datos nos muestran cómo debió ser el pasado de aquellas mujeres que necesitaban afinar para elegir un hombre que supusiera un beneficio para si misma y su prole.
INDICADORES DE RECURSOS
En las 37 culturas estudiadas se repiten los mismos resultados cuando se investigan diferentes indicadores de que el hombre puede ser "un buen partido". La posición social es uno de ellos. Según el país, las mujeres valoraban un 63% (Taiwan), un 30% (Zambia) o un 40% (Brasil) más que los hombres la importancia de la posición social.
La edad también solía ser un buen indicativo de los recursos de un hombre, aunque también está correlacionada con otras virtudes como la experiencia, paciencia y sabiduría. Como media entre todos los países ellas los prefieren 3 años y medio mayores (por ejemplo las franceses se conforman con dos años y las iraníes los quieren con cinco años más). Una diferencia muy acusada de edad genera problemas, ya sea porque el hombre estaría cerca de la muerte antes de que dejase de ser útil o porque su esperma no tuviese calidad.
Por supuesto todos conocemos casos de mujeres que mantienen relaciones con hombres menores, pero son la excepción. A veces otros indicadores más fuertes anulan la preferencia por hombres mayores. Otras veces sucede porque se da en poblaciones en las que la pareja dispar son "los perdedores" del mercado del emparejamiento (ellas demasiado viejas para gustar y ellos demasiado jóvenes para tener recursos). Otra es la excepción Madonna: mujeres con alta posición social y abundantes recursos que eligen hombres mucho menores y con menos recursos.
Pero estos casos son relativamente raros porque la mayoría de las mujeres con recursos prefieren emparejarse con hombres al menos tan ricos en recursos como ellas, y preferiblemente más.
En un pequeño estudio, tras estudiar 26 tácticas como el engaño, buenas redes sociales o la educación entre otras, se llegó a la conclusión de que la mejor para adivinar el potencial de recursos de un hombre era su trabajo. No solo porque indica que se tiene recursos, sino porque estos son sostenibles en el tiempo. A las mujeres les gustan que sean apasionados de su trabajo, que sepan sacrificarse cuando el puesto lo requiere. Para ellas esto es muy importante mientras que para ellos no es ni deseable ni no deseable. La formalidad y el equilibrio emocional es necesario para dar estabilidad a un proyecto de vida, para sortear los problemas y el estrés y no abandonar a la primera de cambio. La inteligencia es otro indicativo de los recursos. No solo los que tienen mejor formación no solo puntúan más en tests de inteligencia y consiguen mejores trabajos, sino que aunque el trabajo no requiera mucha inteligencia se asciende mejor si se posee. Pero con la inteligencia no hay tantas diferencias porque ambos sexos la valoran por igual. Y además, se suelen emparejar sujetos de niveles de inteligencia similar. La similaridad en general (caracteres, proyectos, afinidades, valores etc), es algo que se tiene en cuenta para no derrochar energías en esfuerzos que tiran de dos extremos de una cuerda.TAMAÑO Y FUERZA
Las hembras de babuino de la sabana africana buscan machos grandes y fuertes que las protejan de otros machos que las maltratan. A cambio les dejan acceso sexual. Es decir, ofrecen sexo a cambio de protección. Teniendo en cuenta que las violaciones y sometimientos de las sociedades primitivas tuvo que ser mucho mayor que el actual la comparación es inevitable.
De modo análogo, la mujer con una pareja permanente se beneficia de la protección física que el hombre le brinda. El tamaño de un hombre, su fuerza y habilidad física son indicadores de soluciones del problema de la protección. Los datos indican que las mujeres incluyen tales indicadores en sus preferencias de pareja. En el estudio sobre el emparejamiento temporal y permanente, las mujeres estadounidenses evaluaron hasta qué punto eran deseables una serie de rasgos físicos. Las mujeres no desean como pareja permanente a un hombre bajo. Por el contrario, les parece muy deseable que sea alto, fuerte y atlético. Otro grupo de mujeres estadounidenses manifiesta de forma regular su preferencia por hombres de altura media o superior a la media como cónyuges ideales. Es una constante que un hombre alto sea juzgado más deseable como novio o pareja que uno bajo o de altura media. Además, los dos estudios de anuncios por palabras que mencionábamos anteriormente ponen de manifiesto que el 80 por 100 de las mujeres que se refieren a la altura quiere un hombre alto. Tal vez resulte incluso más revelador el hallazgo de que los anuncios que ponen hombres altos reciben más respuestas que los que ponen los hombres bajos. Los altos salen con más mujeres que los bajos y disponen de un mayor abanico de posibles parejas.
Otro rasgo que atrae a las mujeres heterosexuales es el torso masculino en forma de V.
BUENA SALUD
Las plumas brillantes del pavo real parecen indicar que no tiene parásitos y por tanto gozan de buena salud. A pesar del peligro de llamar la atención a los depredadores los pavos reales han llagado hasta nuestros tiempos porque han tenido más descendencia los que más han ostentado esas plumas brillantes.
Los signos de salud (por ejemplo la simetría) atraen a las mujeres en todas las culturas estudiadas. Y los signos de enfermedad (por ejemplo las llagas) se consideran poco atractivos. Me hubiese gustado leer si hay alguna diferencia entre los sexos en cuanto a la preferencia por la buena salud, porque me parece que no debería haber ninguna.
AMOR Y COMPROMISO
Todas las encuestas de estudiantes, casados, solteros, de ámbito territorial o global confirman que el amor está presente en las razones esgrimidas para establecer una relación duradera. Y eso sucede tanto en las mujeres como en los hombres.
El problema que encuentro aquí es que el autor identifica el amor con el compromiso de seguir aportando recursos. Para ellas es importante que el hombre esté enamorado porque eso implica compromiso... compromiso de ofrecer recursos para la puesta en común. Pero si el amor significa recursos... ¿qué pasa con las mujeres? Según esta teoría las mujeres no deberían sentir amor porque ellas no son las que ofrecen los recursos. Y sin embargo el amor es universal en todas las culturas, y lo es en ambos sexos.
La sinceridad y la amabilidad son muy valoradas por las mujeres. La amabilidad es normalmente sostenida en el tiempo. La falta de amabilidad lleva al egoísmo, la infidelidad, desconsideraciones y poca colaboración el hogar.
Uno de los recursos reproductores más valiosos que las mujeres pueden ofrecer es el sexo, por lo que han desarrollado mecanismos psicológicos que les permiten resistirse a regalarlo de forma indiscriminada. Pedir amor, sinceridad y amabilidad es una forma de asegurarse un compromiso de recursos proporcional al valor del recurso que la mujer entrega al hombre.
La endogamia y el incesto es fuertemente rechazada por ambos sexo, pero en ellas todavía más.
ORIENTACIÓN SEXUAL
¿Y qué hay de las lesbianas? La
homosexualidad sigue siendo un misterio como hemos comentado
anteriormente pero cada vez hay más datos. En la edición de 2016 de "La
evolución del deseo" se amplia la información sobre los deseos de las
lesbianas. Richard Lippa publicó un interesante estudio en 2007 sobre
las preferencia de más de 2.500 lesbianas y 80.000 mujeres heterosexuales. Las diferencias con las mujeres heterosexuales eran pocas
salvo por el tema de la crianza y la religión, mucho menor en el caso
de las lesbianas. Curiosamente la inteligencia y la honestidad era
todavía más valorado por las lesbianas. Con los hombres pasaba algo similar: los varones homosexuales se parecen a los heterosexuales en sus gustos sexuales como veremos en el siguiente capítulo.
Según un estudio de 1.999, las
lesbianas que se autoperciben como más masculinas o más femeninas suelen
tener preferencias típicas de rol que se autoasignan.
Las mujeres butch tendían a ser más masculinas, dominantes y asertivas; las mujeres femme tendían a ser más sensibles, alegres y femeninas. Las femme
tendían a expresar un mayor deseo de tener hijos y daban más
importancia a los recursos económicos de una posible pareja romántica.
Las lesbianas butch tendían a dar menos importancia a los
recursos económicos de una pareja potencial, pero experimentaban mayores
celos hacia sus competidoras rivales que tenían más éxito económico.
Lo anterior es una reformulación con terminología más seria de lo que Buss escribía en una edición anterior, más políticamente incorrecta:
Los correlatos psicológicos, morfológicos y hormonales implican que lesbianas "masculinas" y "femeninas" no son etiquetas meramente arbitrarias, sino que reflejan diferencias individuales genuinas.
CAMBIOS EN FUNCIÓN DEL CONTEXTO
Al
igual que les sucede a los hombres, y en general al igual que sucede
con cualesquiera otras preferencias que hemos heredado por evolución,
las mujeres cambian su conducta cuando cambia el contexto. Cuando las
mujeres se enfrentan a la tarea de buscar pareja a largo plazo prefieren
una cualidades (amabilidad, fiabilidad, estabilidad emocional,
laboriosidad...) diferentes a las que prefieren cuando buscan pareja a
corto plazo (masculinidad y atractivo físico) o sexo casual (que veremos
más en profundidad en el capítulo 4).
También influye cómo otras
mujeres valoren a un hombre. Se conoce como el efecto copia del
compañero y ha sido estudiado en peces y aves, pero también en humanos
(Sarah Hill). El mensaje que anuncio de un hombre rodeado de bellas
mujeres puede tener sobre el espectador masculino parece evidente: si me
compro este producto gustaré más a las mujeres. Pero por lo visto también hay un efecto inesperado sobre las
espectadoras femeninas: le dan a ese hombre un valor atractivo
superior al que le darían si estuviese solo. Es un impulso gregario, como si las mujeres tendiesen a copiar el gusto de otras mujeres, como si confiaran en su grupo. Habría sido interesante si ese efecto
también se producía en los hombres.
EL MISTERIO DEL ORGASMO FEMENINO
El orgasmo masculino tiene una explicación evolutiva sencilla. Es imprescindible para generar descendencia. Sin embargo, el orgasmo femenino no es necesario para la reproducción, y por eso se cuestiona su utilidad a efectos evolutivos. En ediciones anteriores se incluyó un apartado extenso sobre esta cuestión en el que se analizaban las hipótesis en liza.
1) Función hedonista: simplemente porque les gusta (las mujeres que más disfrutaban se reproducían más).
2) Hipótesis del hombre perfecto: un hombre que busca el orgasmo femenino es sensible a las necesidades de ella, y por tanto sería un buen compañero para el futuro.
3) Hipótesis de la seguridad de la paternidad: una mujer que queda satisfecha se quedará con ese hombre y por tanto hay cierta garantía de fidelidad y paternidad para él.
4) Hipótesis de la confusión de la paternidad: según Sara Hrdy el orgasmo femenino evolucionó para confundir a los hombres y hacerles creer, o al menos sospechar, que la descendencia era suya, y de esa manera ellos no matarían a los hijos.
5) Hipótesis de retención de esperma: el cuello y cavidad del útero retendrían el esperma mayor tiempo que si no hubiera orgasmo.
Al igual que con las teorías sobre la homosexualidad, el alto grado de especulación o la falta de acuerdo entre los investigadores ha llevado a eliminar su mención de la nueva edición del libro. Algunos han declarado, y no sin falta de razón, que no habría que buscar un sentido evolutivo al orgasmo femenino porque sería un subproducto evolutivo, algo así como los pezones en los hombres, que han quedado ahí sin utilidad ninguna para ellos (aunque originalmente lo tenía, y lo tiene, para ellas).
Lo mismo sucede con las aventuras sexuales de las mujeres: no tienen una fácil explicación evolutiva. Para ellos es evidentemente que a más mujeres más posibilidades de descendencia. Pero para ellas no hay una relación directa entre más amantes y más descendencia. Las mujeres consiguen la misma descendencia si tienen todo el sexo que puedan con un mismo hombre que con muchos.
Por todo eso la sexualidad de la mujer vierte más incógnitas desde el punto de vista de la teoría de la evolución. Pero algunos estudios arrojan datos, cuando menos, curiosos:
-Las casadas que tienen más orgasmos, dicen que son más felices que las que tienen menos orgasmos.
-El 71% de las mujeres británicas encuestadas dicen que el orgasmo no es necesario para una relación sexual satisfactoria.
- Los hombres británicos creen, un 10% más que las mujeres, que el orgasmo femenino es necesario para el goce completo de la mujer.
-Según Kinsey, el 42 % de las mujeres con aventuras extramatrimoniales declararon tener más orgasmos (casi el doble) con sus amantes que con sus maridos (me habría gustado leer la contraparte masculina, ya que según vimos en el capítulo 4 el efecto novedad también afecta a los hombres).
-Aunque la ovulación de la mujer, a diferencia de las hembras de casi todo el resto del reino animal, no es visible, en los días previos a la ovulación suceden cosas que dan que pensar:
a) aumento el deseo sexual, particularmente sobre otros varones que no son sus parejas (un 65%).
b) aumenta la preferencia por rostros más masculinos.
c) detectan y prefieren el olor en una camiseta sudada de hombres con mayor simetría.
d) los hombres también fueron expuestos a camisetas sudadas en diferentes etapas del ciclo menstrual y dijeron que las de la fase folicular eran las más agradables. e) los hombres son más vigilantes (llaman más por teléfono), eran más mimosos y pasaban más tiempo con ellas en esos días.
¿CAMBIAN LOS DESEOS DE LAS MUJERES CUANDO TIENEN PODER Y RECURSOS?
Cabría la posibilidad de que las mujeres buscaran recursos en los hombres porque no les quedase más remedio. Estamos en una sociedad en la que el hombre los suele acaparar todos. Según esta teoría si la estructura social fuese a la inversa, las mujeres no tendrían esa necesidad y serían los hombres los que buscarían recursos en sus parejas femeninas.
Nuestro profesor de Wisconsin desmonta esa teoría ofreciendo varios ejemplos. Las mujeres bakweri de Camerún tiene más poder personal y económico que sus compañeros, y a pesar de ello siguen queriendo que sus parejas tengan recursos económicos.
Incluso dentro de una sociedad patriarcal lo suficientemente compleja y variada hay lugar para mujeres con mayores recursos que las potenciales parejas de su entorno. En EEUU sucede eso y según un estudio:
Estas mujeres estaban bien educadas, solían tener títulos profesionales y una alta autoestima. Quizás sorprendentemente, el estudio mostró que las mujeres con éxito valoran aún más que las mujeres con menos éxito a los hombres con títulos profesionales, alto estatus social y mayor inteligencia, así como a los hombres altos, independientes y seguros de sí mismos. Estas mujeres también expresan una preferencia aún mayor por los hombres con altos ingresos que las mujeres con menos éxito económico. [...] Además, los hombres con pocos recursos económicos y de baja posición social no valoraban más los recursos económicos de su pareja que los hombres con éxito económico. Los estudios transculturales también revelan que las mujeres con recursos económicos propios valoran más, y no menos, los recursos de una pareja potencial que las mujeres que carecen de ellos. Un estudio de 1.670 mujeres españolas reveló que las mujeres con muchos recursos querían parejas con más estatus y más recursos. Un estudio de 288 jordanas reveló lo mismo, al igual que un estudio de 127 serbias y un estudio por Internet de 1.851 mujeres inglesas. En conjunto, estos resultados no sólo no apoyan la hipótesis de la impotencia estructural o del papel del sexo, sino que la contradicen directamente.
Buss no niega que exista una falta de poder estructural para las mujeres ni que sean excluidas en los repartos de poder. Lo que niega es que ese hecho pueda explicar cosas que la psicología evolucionista sí puede explicar. Por ejemplo, que los hombres acaparen los recursos, que hayan desarrollado cuerpos más grandes o que también excluyan a otros hombres del poder. La psicología evolucionista no solo explicaría lo que quieren las mujeres, sino que defiende que las mujeres han condicionado lo que desean los hombres (y no al revés, aunque el autor ni siquiera se plantea si primero fue el huevo o la gallina). En el capítulo 10 se desarrolla esta hipótesis con más detalle.
El mayor poder de los hombres para adquirir estatus y recursos se debe, al menos en parte, a las preferencias que las mujeres han expresado en los últimos millones de años. Parafraseando a la antropóloga evolucionista Sarah Hrdy, «los hombres son un largo experimento de reproducción dirigido por mujeres».
Veremos cómo el capítulo 8 habla de las separaciones, pero adelanto aquí un dato que habla por sí mismo: un estudio estadounidense reveló que la tasa de divorcios entre parejas en las que ella gana más dinero que él es de un 50% mayor que en las parejas en las que ellos son los que más ganan.
CAPÍTULO 3:
LO QUE QUIEREN LOS HOMBRES
Si lo único que tiene que hacer un hombre para que sus genes se esparzan por el mundo es embarazar a cuantas más mujeres mejor, ¿por qué se emparejan ellos? Pues según David M. Buss porque las mujeres no les dejaban. Las estrategias femeninas están orientadas al largo plazo y chocan frontalmente con las estrategias de sexo casual de los hombres. Puede que tenga sentido, pero si ellos son los que tenían los recursos y la fuerza, ¿por qué no las forzaban? En la prehistoria no había derecho ni policía, la pregunta persiste si la reformulamos de otra manera. ¿Por qué un neandertal se comprometía a una relación sostenida en el tiempo si podía violar directamente a casi cualquier hembra sin consecuencias? Bueno, quizás las consecuencias eran que ella podría rechazar a los hijos del violador, y en aras de que los genes perduraran en el tiempo se veía obligado a comprometerse a algo más que el acto sexual. Y debían apuntar bien a su objetivo, porque a diferencia de los indicadores de recursos masculinos, la fertilidad no es tan fácil de averiguar, no se lleva escrita en la frente. De alguna manera los hombres encontraron que la salud y la juventud eran dos buenas pistas.
El problema que le veo a estos razonamientos es que se saltan la advertencia que nos hace constantemente el autor, a saber, que todas estas estrategias son vestigios del pasado que hemos interiorizado y que no son conscientes. El hombre primitivo (y también el no primitivo me atrevería a decir) que siente el impulso sexual de acostarse con una mujer no estaba pensando en la manera más productiva de esparcir sus genes. Tan solo está dando rienda suelta a un impulso sexual meramente placentero. No debería implicar voluntariedad ni consciencia y, sin embargo, el lenguaje que usa el escritor indica una clara conciencia y proactividad. Expresiones como "los hombre necesitaban alguna base para juzgar la capacidad reproductora de una mujer" o "los hombres disponían de pocas ayudas obvias para averiguar qué mujeres poseían mayor valor reproductor" generan dudas: ¿se trata de una metáfora o se está refiriendo a acciones conscientes?
JUVENTUD
En las 37 culturas estudiadas los hombres prefieren a las mujeres más jóvenes que ellos, por termino medio dos año y medio. En Finlandia uno o dos años y en Nigeria seis años y medio. Según se van haciendo más viejos aumenta esa diferencia, por ejemplo los de 50 años suelen preferirlas de 10 a 20 años más jóvenes.
Un estudio de 2013, por ejemplo, reveló que entre los hombres que se casaban por primera vez, solo el 10% se casaba con mujeres diez o más años más jóvenes que ellos y el 5% con mujeres entre seis y nueve años más jóvenes. Al volver a casarse, estas cifras aumentaban al 20% y al 18%, de modo que el 38% de los hombres que se volvían a casar tenían novias seis o más años más jóvenes. Puede que sea un tópico que los hombres se casan con mujeres cada vez más jóvenes a medida que envejecen y se vuelven a casar, pero en este caso las estadísticas verifican el estereotipo.
BELLEZA
La preferencia por mujeres guapas parece una obviedad pero a la hora de estudiarse científicamente hay que establecer criterios. Esos criterios tienen unos márgenes de variabilidad que dependen de la cultura. Pero todos ellos conducen básicamente a lo mismo: indican fertilidad. Los hombres que preferían a mujeres que no eran bellas en el sentido reproductor, se reproducían menos y terminaron extinguiéndose.
Del mismo modo que nuestros criterios para considerar que un paisaje es hermoso incluyen indicadores como la existencia de agua, caza y refugio imitando el habitat de la sabana de nuestros antecesores, nuestras normas de belleza femenina se encarnan en indicadores de la capacidad reproductora. Puede que la belleza se halle en los ojos del espectador, pero esos ojos, y la mente que se encuentra detrás de ellos, han sido conformados por millones de años de evolución humana.
¿Hasta qué punto podemos definir rasgos universales de belleza? Según Clelland Ford y Frank Beach la juventud, la piel sin manchas y la limpieza son signos de belleza. Los granos, la mala salud, la vejez y la enfermedad son signos de fealdad. Las caras jóvenes son valoradas por ambos sexos como más bellas que las más viejas. Si todo esto fuera transmitido por la cultura los bebés no sabrían distinguir caras de bellas de caras feas. Sin embargo se han hecho estudios en los los bebés han reaccionado con menos estrés, han mirado y jugado más tiempo con caras que fueron seleccionadas por su belleza que con otros que fueron seleccionadas por su falta de belleza.Los componentes de la belleza no son arbitrarios ni se hallan ligados a la cultura. Cuando el psicólogo Michael Cunningham pidió a personas de razas distintas que juzgaran el atractivo facial de mujeres de diversas razas que aparecían en fotografías, halló un elevado grado de consenso sobre cuáles eran guapas. Los varones asiáticos y africanos, por ejemplo, estaban de acuerdo en cuáles eran las mujeres asiáticas y africanas más y menos atractivas. Se ha hallado el mismo grado de consenso entre hombres chinos, hindúes e ingleses; entre surafricanos y estadounidenses y entre estadounidenses blancos y negros.
Se ha propuesto que una forma objetiva de medir los signos de belleza podría ser la simetría. La simetría es signo de salud y la asimetría aumenta con los años. Los signos de asimetría son evaluados como poco atractivos.
Entonces ¿qué pasa con rasgos que claramente ofrecen interpretaciones contrapuestas, como la gordura y la delgadez? Allá donde escasea la comida ellos las prefieren con constitución robusta, y donde no hay escasez alimentaria las prefieren con una constitución corporal más ligera. Paul Rozin descubrió que ellos las prefieren en general con una constitución media, aunque las mujeres creen que ellos las prefieren delgadas.
La proporción entre cintura y caderas más deseada por los hombres es de 0,70, y curiosamente es una buena proporción para indicar buena salud y capacidad reproductora. Las modelos en Playboy, y estudios más serios, han demostrado que el arquetipo de belleza puede cambiar con el tiempo, pero ya sean más gordas o más flacas, la proporción entre cintura y cadera se mantiene como un criterio ganador para las mujeres.
La buena apariencia física está muy documentada en EEUU. En una encuesta de 5000 estudiantes ellos creían que la apariencia física de ellas era mucho más valiosa que la que ellas asignaban a su compañeros. La importancia que los hombres dan a la apariencia física no siempre es la misma, de hecho ha cambiado mucho en un siglo donde cada vez hay más publicidad, revistas que sexualizan a la mujer y bailes que imitan el acto sexual. Pero una cosa se mantiene y es que los hombres siempre valoran más la apariencia física que la mujer.
Estas diferencias sexuales no se limitan a los Estados Unidos ni a las culturas occidentales. Los hombres de las 37 culturas del estudio internacional sobre la elección de pareja, con independencia del país, el habitat, el sistema de matrimonio o las condiciones de vida, valoran la apariencia física más que las mujeres. China ejemplifica la diferencia media en la importancia concedida a la belleza: los hombres le otorgan un 2,06 y las mujeres, un 1,59. Esta diferencia sexual constante entre naciones persiste a pesar de las variaciones de posición social, capacidad de expresión, raza, etnia, religión, hemisferio, sistema político y sistema de emparejamiento. La preferencia masculina por compañeras físicamente atractivas es un mecanismo psicológico de la especie que transciende la cultura.
Algunos las prefieren guapas no por su valor reproductor, sino como señal de prestigio. En psicología están muy estudiados los efectos de ir del brazo de un compañero/a guapo/a. Un hombre feo con una mujer guapa es mucho mejor valorado que si va solo o con una mujer menos atractiva. La posición social mejora mucho más para ellos que para ellas.
Ser gay no cambia las preferencias, solo el sujeto de deseo. Los gays se parecen a los heterosexuales en que tienen una preferencia por compañeros de edad menores que ellos. También consideran el atractivo físico muy importante, incluso con mayor intensidad que los hombres heterosexuales. Las lesbianas en cambio no ponen tanta atención en aspectos físicos.
El hecho de que los gays tengan esa preferencia por el atractivo física y la belleza es una prueba, según Buss, de lo profundo que ha calado la evolución en los deseos de los hombres que ni cambiando la identidad de su sujeto de deseo cambia la estrategia evolutiva que los ha traído hasta el presente. Esto a mi modo de ver es un arma de doble filo porque entonces también se podría decir que el hecho de que los gays no valoren la fidelidad tanto como los heterosexuales significaría que sus gustos no están conformados por la evolución.
LA PUBLICIDAD Y EL MITO DE LA BELLEZA
Las campañas publicitarias usan los reclamos sexuales que existen en nuestras mentes, no crean unos cánones de belleza ajenos a nuestro psique. Las normas de belleza no son arbitrarias. Los publicistas no tienen necesidad de inventar o imponer nada nuevo, solo quieren aprovecharse de nuestros deseos para vender más. "El mito de la belleza" de Naomi Wolf es un clásico del feminismo que deconstruye los retorcidos intentos de la industria por imponer un mito de la belleza que no existe en nuestras mentes. Buss discrepa de Wof en la intencionalidad de la sociedad que crea el mito de la belleza. Por ejemplo el aumento de las operaciones quirúrgicas no son un intento para controlar médicamente a las mujeres. Él piensa que se explota una preferencia pre-existente y que las mujeres no son tan tontas como presupone "El mito de la belleza" Las mujeres se inclinan por los productos de belleza no porque la publicidad les lave el cerebro, sino porque creen que aumentarán el poder de conseguir lo que desean. Las mujeres no son tontas confiadas a las que zarandean las fuerzas malignas de la avenida Madison, sino que, mediante sus preferencias, determinan los productos que la publicidad ofrece.
No obstante, creo que David M. Buss coincide a efectos prácticos con Naomi Wolf: los ideales de belleza femenina se han hecho tan omnipresentes y son tan irreales que generan una distorsión de las expectativas del mercado del emparejamiento brutales. En la universidad leí el mito de la belleza y me pareció un análisis profundo e inteligente (aunque algo retorcido) de los actuales cánones de belleza. En cualquier caso creo que es una lectura obligada para estar alerta ante la excesiva dictadura de la belleza. Pero conceptualmente hablando me parece que ambos difieren radicalmente en la génesis del deseo sexual: no es la evolución sino el patriarcado, según Wolf, lo que somete a las mujeres a la dictadura de la belleza.
A pesar de todo, la publicidad es perjudicial para el sexo femenino. Las mujeres se ven sometidas a un bombardeo de imágenes de belleza inalcanzable que aumentan la atención femenina hacia la apariencia física, sin destacar, al mismo tiempo, las cualidades personales más profundas que también son decisivas para los deseos masculinos, como la inteligencia, la personalidad y la fidelidad. La industria cosmética explota el interés evolutivo femenino por el aspecto físico e incrementa la inseguridad de las mujeres, al elevar las normas a las que deben aspirar mediante una avalancha de modelos aparentemente sin tacha. Este engaño aumenta la aparente belleza de otras mujeres y puede disminuir la autoestima femenina, así como distorsionar la comprensión tanto masculina como femenina de la realidad de la pareja y de su mercado.
A diferencia de otros animales, mamíferos y primates incluidos, el ciclo menstrual de la mujer es muy peculiar. No emite señales durante la ovulación que les diga a los hombres cuando puede quedarse embarazada. Esta ovulación oculta hace que la única forma de que el hombre se asegure de la paternidad es estar todo el tiempo con su mujer: las relaciones a largo plazo, como el matrimonio. Pero esto no sirve de nada si el hombre elige a una mujer promiscua. Por eso la fidelidad sexual es una cualidad altamente valorada por los hombres. En la mujer, en cambio, aunque también se valora la fidelidad sexual, pero es la fidelidad sentimental a la que ellas dan un valor superior.
Ni la preferencia por las jóvenes y la guapas es una ley biológica inmutable. En muchas otra especies se invierten los roles. La hembra del pavo real es la que valora más la apariencia. Los chimpancés y orangutanes prefieren hembras mayores. Pero en la especie humana es diferente.
En todo el mundo, los hombres desean que su esposa sea atractiva, joven y sexualmente leal y que le guarde fidelidad hasta la muerte. No cabe atribuir tales preferencias a la cultura occidental, al capitalismo, al fanatismo de los blancos anglosajones, a los medios de comunicación o al constante lavado cerebral de la publicidad. Son universales en todas las culturas y no hay ninguna en que no se manifiesten. Son mecanismos psicológicos evolutivos profundamente arraigados que dirigen nuestra decisión de emparejarnos, del mismo modo que las preferencias gustativas evolutivas dirigen nuestras decisiones de consumo alimenticio. [...] Estas circunstancias no son del agrado de algunas personas, ya que parecen injustas. Podemos modificar nuestro atractivo físico sólo de forma limitada y unos nacemos más guapos que otros. La belleza no se halla repartida de forma democrática. Una mujer no puede cambiar su edad, y su valor reproductor disminuye con la edad de forma más acusada que el de un hombre; la evolución es cruel con la mujer, al menos en este aspecto. Las mujeres combaten la decadencia con cosméticos, cirugía plástica, clases de aerobic... (en Estados Unidos ha surgido una industria cosmética de ocho mil millones de dólares que explota esta tendencia).
Al terminar una de mis conferencias sobre las diferencias sexuales en lo que busca en una pareja, una mujer me sugirió que no publicara mis hallazgos por el perjuicio que iban a causar a las mujeres. En su opinión, las mujeres ya lo tenían bastante crudo en un mundo dominado por los hombres para que un científico viniera a decirles que sus problemas de emparejamiento estaban basados en la psicología evolutiva masculina. Sin embargo, no es probable que suprimir la verdad sirva para algo, del mismo modo que ocultar el hecho de que hemos desarrollado preferencias por la fruta suculenta y madura no va a hacer que las modifiquemos. Denostar a los hombres por la importancia que dan a la belleza, la juventud y la fidelidad es como criticar a los que comen carne por preferir proteínas animales. Decir a los hombres que no se exciten ante los signos de juventud y salud es como decirles que el azúcar no debe saberles a dulce.
[...] A pesar de las variaciones culturales, la fidelidad sexual encabeza la lista de las preferencias masculinas en una pareja a largo plazo. Aunque muchos hombres de la cultura occidental no pueden exigir la castidad, insisten en la fidelidad sexual. A pesar de que las técnicas de control de la natalidad hacen innecesaria esta preferencia que tiene como función original la de asegurar la paternidad, la preferencia se mantiene. El deseo de un hombre de que su mujer le sea fiel no disminuye porque ésta tome la píldora. Esta constante demuestra la importancia de nuestra psicología sexual evolutiva, una psicología designada para enfrentarse a señales decisivas en un mundo ancestral, pero que continúa funcionando con una enorme fuerza en el mundo moderno de la búsqueda de pareja.
CAPÍTULO 4 :
SEXO OCASIONAL
Las diferencias entre los sexos son evidentes por cómo se toman las proposiciones de sexo ocasional: "te encuentro muy atractiva, ¿te acostarías conmigo?" se toma como una ofensa por las mujeres y casi el 100% se negaría. En cambio si lo dijera una mujer a un hombre habría un 75% de posibilidades de que él accediera.
La evolución también tiene algo que decirnos del sexo ocasional. Los hombres eyaculan más espermatozoides cuando están separados de sus mujeres que cuando están todo el tiempo con ellas. Ellos son más lujuriosos que ellas porque tienen el deseo de tener más compañeras sexuales a lo largo de la vida que ellas (18 frente a 5). Tampoco necesitan tanto tiempo para conocerse como ellas.
En un estudio de universitarios se ofreció una frase del tipo: "está bien tener sexo aunque lo/la hayas conocido hace muy poco". El 55,2% de ellos estaban de acuerdo frente a solo el 31,7% de ellas. En otro estudio de estudiantes la conclusión era que los hombres estaban más dispuestos, en todas las circunstancias, a tener sexo que ellas. El 73% de ellos frente al 27% de ellas habían tenido relaciones sexuales sin implicación emocional. En otros estudios de grandes dimensiones (6 continentes, 52 países, 27 idiomas, 13.551 personas) llevados a cabo por el psicólogo evolucionista David Schmitt la conclusiones son las mismas: los hombres manifestaron un deseo sustancialmente mayor que las mujeres de tener distintas parejas sexuales.
La psicóloga Pamela Regan indagó en las motivaciones para el sexo ocasional y encontró lo que ya sabemos por los estereotipos. El 44% de ellas frente al 9% de ellos, buscaban un compromiso a largo plazo. Los hombres decían con más frecuencia que el objeto era el puro placer sexual.
Es un hecho científico tan establecido como cualquier otro que, en el mundo entero, los varones, por término medio, manifiestan un mayor deseo de variedad sexual que las mujeres. A algunos, semejante deseo les resulta repugnante. Otros desearían que no existiera, por lo que tratan de sostener que no existe [...]. En lo que se refiere al deseo de relaciones sexuales ocasionales, es posible que los hombres y las mujeres no provengan de planetas totalmente distintos. Pero es insensato creer que son sexualmente idénticos.
Las estrategias para el sexo ocasional confirman una vez más los diferentes derroteros por los que la evolución ha llevado a los sexos.
El hombre aborrece la promiscuidad si busca pareja estable pero no le importa si busca sexo ocasional. El efecto novedad está documentado en los machos de numerosos mamíferos. Por ejemplo, un toro se aparea constantemente si le ponen vacas nuevas cerca mientras que si le dejan siempre la misma la ignora tras montarla una vez. En los humanos pasa algo parecido. El número de veces se hace el amor decae proporcionalmente al tiempo se que se está juntos y al cabo de un año se termina haciendo menos de la mitad que el primer mes, y sigue reduciéndose con el tiempo. Las mujeres no están excluidas del efecto novedad pero es mucho más acusado en los hombres como ya advirtió Kinsey hace décadas. Los experimentos de visualización de pornografía y medición de la tumescencia peneal lo han corroborado mucho después. Kinsey es quien mejor lo resume: «No hay duda de que el macho humano, durante toda la vida, sería promiscuo en su elección de pareja sexual, si no hubiera restricciones sociales... A la hembra humana le interesa mucho menos la variedad de compañeros» .
Los estudios de fantasías sexuales demuestran que los hombres las tienen con mucha más frecuencia que las mujeres, aproximadamente el doble. Ellos sueñan con caras desconocidas y se centran en posiciones mientras que las fantasías de ellas son con conocidos. El 57 % de las mujeres se centra en aspectos emocionales, no en imágenes visuales, frente a solo el 19% de los hombres.
Quizás todo esto haya propiciado que la prostitución sea algo ocasional para el 69% de los hombres y algo habitual para el 15% de ellos. Las cifras para las mujeres eran tan bajas que ni siquiera se registraron. En épocas pretéritas, al igual que ahora, el sexo ocasional pudo tener una explicación si lo entendemos como una mera transacción de sexo por recursos. Una mujer hambrienta se encuentra con un cazador con suerte que porta un pieza de carne y ambos ganan en dicha transacción. Esto ha existido desde siempre y no es representativo de las estrategias del emparejamiento humano.
Cuando ellas usan el sexo ocasional parece que lo hacen a modo de prueba para conseguir una pareja estable. Si lo usaran como los hombres, por el mero placer sexual, no les molestaría que el hombre estuviera comprometido o fuera promiscuo. De hecho la promiscuidad es incluso deseable en los hombres que buscan sexo casual. Los adúlteros suelen acabar juntos, así que parece que el sexo casual sirve, tal como lo concibe la mayoría de las mujeres, como ensayo en el proceso de cambio de pareja.
Las pruebas de la función de cambio de pareja que desempeñan las relaciones sexuales ocasionales proceden de dos estudios. En el primero se halló que las mujeres tienen aventuras fundamentalmente cuando no están satisfechas con su pareja; por el contrario, los hombres que tienen otras relaciones no son más desgraciados en su matrimonio que los que no las tienen. En un segundo estudio, que llevamos a cabo Heidi Greiling y yo, se puso de manifiesto que las mujeres a veces tienen aventuras cuando tratan de sustituir a su pareja o para hacer más fácil la ruptura con ella.
Pero el sexo ocasional tiene costes, especialmente para ellas. Debido que a que la promiscuidad está muy mal vista por los hombres, una mujer puede perder su reputación (por no hablar de los maltratos, embarazos no deseados, retirada de recursos...) y hacer muy difícil su vuelta al mercado del emparejamiento. Mientras que un hombre puede incluso serle favorable que tenga una reputación de mujeriego, ya que si bien puede perjudicarlo en la misma medida que a una mujer, también puede beneficiarle frente a mujeres que pueden pensar que por el efecto copia, comentado anteriormente, ese hombre tiene un alto valor en el mercado del emparejamiento que otras mujeres han sabido ver. A pesar del coste para ellas, lo cierto es que, debido a que hay muchos más hombres que mujeres que buscan sexo ocasional, ellas tienen muchas más opciones para elegir. Ellos, por el contrario, tienen que buscar mucho más para encontrar una mujer interesada en sexo ocasional.
CAPÍTULO 5:
ATRAER A UN COMPAÑERO
Las preferencias sexuales chocan con la competencia entre miembros del mismo sexo y con las estrategias a menudo antitéticas del sexo contrario. Hombres y mujeres han tenido que lidiar con ese laberinto de acciones-reacciones para conseguir lo que quieren. A continuación enumero las principales estrategias para atraer a un compañero.
Tácticas descalificadoras: funcionan muy bien, como cuando una mujer habla mal de otra al calificarla de promiscua. Eso funcionará bien si el hombre persigue una esposa, pero si solo busca sexo casual tendrá el efecto contrario.
Exhibir recursos: exhibirse con un coche caro, exagerar el rango social o el puesto de trabajo, dejar propinas generosas, usar ropa cara de marca...
Manifestar compromiso: es fácil que un hombre engañe con sus recursos, pero cuando invierte tiempo y energía en una mujer parece más difícil que se trate de un engaño. La persistencia en el cortejo, hablar de boda, llamar mucho por teléfono...
Simular compromiso también es posible:
Los psicólogos William Tooke y Lori Camire han estudiado tácticas de atracción explotadoras y engañosas en una población universitaria. Con un procedimiento similar al empleado en los estudios de la atracción, confeccionaron una lista de 88 formas en que los hombres y las mujeres se engañan entre sí para atraer a una pareja. Los universitarios afirma- ron que engañaban al otro sexo sobre sus expectativas profesionales, metían el estómago al pasar cerca de miembros del sexo contrario, parecían más de fiar y más considerados de lo que realmente eran y que actuaban como si no les interesara el sexo cuando era en lo único en que pensaban. Seguidamente, 252 universitarios evaluaron estas técnicas por su frecuencia y eficacia al usarlas un hombre o una mujer. En este estudio se halló que, para atraer a las mujeres, los hombres aparentan ser más corteses, considerados y vulnerables de lo que en realidad son.
Mostrar preocupación por los niños: hay experimentos en los que las mujeres observaban imágenes de un hombre atendiendo o ignorando a un bebé, y ellas lo encontraban más atractivo en la primera situación. El mismo experimento se repitió invirtiendo los roles y a ellos no les afectaba lo que hacía la mujer.
Demostrar fidelidad, empatía por los problemas de la mujer y ser una persona sincera se encuentran entre las 10 estrategias más valoradas por las mujeres de las 130 estudiadas.
Exhibir habilidades físicas: los hombres usan esta táctica un 50% más que las mujeres. Y lo siguen haciendo tanto en culturas tradicionales como en culturas occidentales modernas. ¿Tendrá el chulo de gimnasio más éxito que el resto? Es una lástima que el libro no ahonde en la eficacia de las mismas.el típico chulo de gimnasio sigue teniendo éxito.
Autoconfianza: Los hombres que tienen mayor seguridad en sí mismos atraen más a las mujeres, especialmente las que están buscando sexo ocasional. En los bares de solteros es algo que se retroalimenta, porque cuanta mayor confianza más se eleva el listón de las mujeres a las que un hombre le tira los tejos. Los que sufren el rechazo y ven perjudicada su autoestima disminuyen el listón o lo dejan para otra ocasión.
Engaños sofisticados: hay quien finge ser amigo de una pareja para poder intimar con un miembro de ella. También hay hombres que fingen feminidad o incluso homosexualidad para no levantar sospechas entre los competidores. Por muy sofisticado que parezca es una táctica que existe en el mundo animal (peces sol de los Lagos de Ontario).
Mejorar la apariencia física: mucho más eficaz para la mujer pues explota la preferencia del hombre, particularmente cuando busca pareja ocasional. Es importante el verbo explotar aquí, porque según el profesor Buss, "la industria cosmética no crea deseos, sino que explota los que ya existen." El debate está servido y se abordó en el capítulo 3 cuando se citaba el libro "El mito de la belleza" de Naomi Wolf: ¿es el patriarcado el que explota a la mujer para subyugarla con estrictos sacrificios de belleza? o por el contrario ¿fueron las mujeres las que determinaron que los hombres desarrollen preferencias por la belleza, viéndose ahora atrapadas en un laberinto que ellas ayudaron a crear y del que ya no saben cómo salir?
Fidelidad: Debido a la insistencia masculina en la fidelidad las mujeres se muestran desinteresadas incluso cuando tienen interés en un hombre. Hacerse de rogar, simular falta de disponibilidad o timidez forma parte del arsenal de estrategias que las mujeres, en muchas mayor medida que el de los hombres.
Emplear señales sexuales: usar ropa sensual, mirar seductoramente, chupar una paja, pasarle los dedos por el pelo a él, frotar el pecho o la pelvis, doblar la cintura para acentuar las curvas, todas esta tácticas son altamente efectivas para las mujeres. En cambio para los hombres son contraproducentes, cuantas más insinuaciones sexuales menos atractivos resultan a los ojos de las mujeres.
Humor y creatividad: en los perfiles femeninos de Tinder se suele ver cómo se pide "que me haga reír" (quizás solo superado por "que no mienta"). La contrapartida es que ellos buscan que se rían con sus chistes. Científicamente se expresa así como producción de humor y apreciación de humor: "En el apareamiento a largo plazo, las mujeres prefieren a los hombres que producen humor, mientras que los hombres prefieren a las mujeres que son receptivas a su humor." Una primera teoría nos dice que el humor demuestra cualidades útiles a largo plazo, como "excelente capacidad de lectura de la mente, toma de perspectiva, espíritu lúdico, destreza verbal, compatibilidad mutua". Otros piensan que indica inteligencia y buenos genes que permiten pensamiento complejo como la moralidad, pero los expertos no se ponen de acuerdo si esto son adaptaciones o subproductos de la evolución.
CAPÍTULO 6:
SEGUIR JUNTOS
Hasta ahora hemos visto como un sexo ha tenido que esquivar los engaños del otro para conseguir sus propios objetivos. Una guerra de sexos, si se quiere llamar así. Ahora veremos como una vez unidos, la evolución ha dotado de ventajas adaptativas que recompensan a ambos sexos por estar unidos en un proyecto común en el que ambos pierden en caso de ruptura.
Y esas ventajas son un frente común para los enemigos, una puesta en común de recursos, división del trabajo y entorno seguro para la crianza. Las estrategias de los insectos van desde impregnar a la hembra de un mal olor para que otros machos la repelan (escarabajo) hasta bajar el volumen de su canto cuando se aproxima la hembra para no alertar a otros machos (grillo). Pero en el caso de los humanos ambos sexos usan tácticas refinadas para seguir juntos, incluso se puede decir que la mujer más que el hombre.
LADRONES DE PAREJAS
Si las parejas logran superar sus propias limitaciones y apuestan por una sinergia conjunta todavía pueden encontrarse con obstáculos externos: los ladrones de parejas. Esto es algo que igualan a los sexos porque ambos lo intentan con la misma frecuencia, al menos cuando es para una encontrar una relación estable (solamente los hombres superan claramente a las mujeres cuando intentan robar la pareja de otro hombre para sexo ocasional). Los robos de parejas se suelen hacer criticando a la pareja del objeto de deseo, o halagando al sujeto de deseo que puede estar con baja autoestima. Lo mejor para evitar estos robos es atender a los deseos de la pareja de la misma manera que se hacía cuando se inició la relación. Pero la evolución ha desarrollado otra técnica en la que las mujeres vigilan a otras mujeres y los hombres suelen vigilar a sus mujeres: los celos.
LOS CELOS
La mayor parte de las investigaciones de celos se centran en los hombres probablemente porque ellos tienen mayor inseguridad con respecto a la paternidad que ellas. Pero cuando se investiga apropiadamente se llega a la conclusión de que ambos sufren los celos con igual intensidad. A pesar de las similitudes, los hechos que activan los celos son diferentes para unos y para otros. Para la mayoría de los hombres es la infidelidad sexual mientras que para la mayoría de las mujeres es la infidelidad emocional que supone desviación de tiempo y recursos. En un estudio europeo al 80% de los hombres le preocupaba en primer lugar que sus parejas hicieran el amor con otros hombres, mientras que solo el 22% de las mujeres celosas mostró preocupación por actividades sexuales de sus parejas (sí estaban preocupadas por cercanía emocional con otras mujeres). La peor pesadilla para ellos es que su pareja se acuesta con otro hombre (un 63% de hombres frente a un 13% de mujeres). Al 87% de las mujeres les pareció que su peor pesadilla es que sus parejas se enamoraran de otra mujer.
Estos hallazgos se reproducen en múltiples investigaciones de varios países y aún cambiando las preguntas e introduciendo otros factores la robustez de los resultados persiste:
los hombres, más que las mujeres, querían saber: "¿Tuviste sexo con él?", mientras que las mujeres, más que los hombres, querían saber: "¿La amas?".
[...]
En resumen, las diferencias de sexo en los celos se mantienen robustas a través de culturas y de una amplia gama de métodos, incluyendo dilemas psicológicos, grabaciones fisiológicas, experimentos cognitivos y grabaciones de activación cerebral por fMRI.
La virulencia de los celos, particularmente de los hombres, puede llegar a extremos fatales. Por todo el mundo las encuestas muestran que el factor principal por el que un hombre usa violencia física contra su mujer son los celos. Como no es infrecuente que se llegue a matar a la mujer por celos, esto plantea un problema desde el punto de vista científico: Si la función adaptativa es evitar la infidelidad para asegurar la paternidad... ¿de qué sirve matar a la mujer? Los hombres que terminaban matando a sus mujeres ¿cómo han diseminado sus genes si mataban a las mujeres que podían ayudarlos en su sagrada misión? Hay quien dice que solo unos cuantos terminaban matándolas, y por tanto es una irregularidad que no necesita explicación. Pero eso contrasta con el hecho de que, una vez interrogados, los hombres que han atacado a sus mujeres han confesado que deseaban matarlas en esos momentos (aunque por X circunstancias no lo hubiesen conseguido). Quizás a efectos reproductivos el asesino celoso consiguiera un éxito matando a su mujer: se podría reproducir con otra en la que generaría terror a la infidelidad.
Como dice el autor, estas posibilidades son terribles, y no podemos ignorarlas si queremos investigar el reguero de muertes que los hombres dejan tras de sí.
Pero también debemos conocer que algunas veces los celos sirven para replantearse lo que estás haciendo mal para que tu pareja pueda estar dirigiendo su mirada hacia otra persona. Dar amor/amabilidad y regalos caros para ellos, y mejorar el aspecto para ellas suelen ser las tácticas para desalentar una posible infidelidad. Se trata en definitiva de satisfacer los deseos iniciales que con el tiempo se han apagado. Recordemos que estos clichés tan machistas y primarios no son de obligado cumplimiento. Las encuestas nos dan porcentajes y promedios. No se puede negar que cada individuo es único y puede tener rasgos de dos extremos del espectro. Pero tampoco sirve de nada negar que el conjunto de los individuos arrojan esos resultados, por muy incómodos que resulten.
En un estudio se visualizó una cinta de una pareja que se trata cariñosamente en un sofá. Uno de los miembros se levanta, y llega un antiguo novio/a que empieza a besar al que se quedó sentado:
Las mujeres que la ven tienen el doble de probabilidades que los hombres de afirmar que, como respuesta a esta amenaza para la conservación de la pareja, intentarían parecer más atractivas a su compañero. Los hombres tienden a afirmar que se enfadarían, lo que indica una estrategia más agresiva para conservar a la pareja. Las mujeres mejoran su aspecto porque, al hacerlo, satisfacen los deseos existentes en los varones.
TÁCTICAS DESTRUCTIVAS, MANIPULADORAS Y POSESIVAS
Cuando estás tácticas fallan algunos humanos usan la
manipulación emocional. Llorar para dar pena, hacer sentir culpable a la
pareja o decirle que es dependiente. La sumisión y la autodegradación,
contra lo que pueda parecer, es más usual en los hombres que en las
mujeres: un 25% más. En cambio provocar celos para conservar la pareja
es el doble de eficaz para una mujer que para un hombre.
Igual que algunos machos de animales orinan para marcar el territorio, los hombres (y también mujeres) hacen señales públicas de posesión como rodear con el brazo cuando su mujer está exhibiéndose en público o poner un anillo en su dedo para advertir a los rivales de que ya tiene propietario. Son bajos instintos que a veces ha permeado la cultura en la que vivimos. Otras señales parecidas son mantenerse vigilante sobre su pareja, apartarla de eventos sociales sociales, enclaustrarla, no dejarla sola en ningún momento o formar un harén.
Y se vuelven a repetir esas dos baluartes que ya hemos visto: sexo para ellos y compromiso para ellas. Por tanto, ellos se preocupan por no perder a sus atractivas mujeres, y ellas por no perder a su maridos con recursos.
La vigilancia femenina de la pareja, por el contrario no se hallaba determinada ni por el aspecto del marido ni por su edad, sino por sus ingresos y por su determinación a ascender en la jerarquía social. Las mujeres casadas con hombres con abundantes recursos y una buena posición social tendían en mayor medida que otras mujeres a aumentar el nivel de vigilancia [...]
La descalificación, las amenazas, la violencia contra los rivales, pero también contra la pareja. Castigar a la mujer, ya sea física o psicológicamente, por dar muestras de interés en otros hombres es una táctica eficaz y por eso ha llegado a nuestros días. Desgraciadamente la mutilación también.
No hay ninguna cultura en la que los hombres no sean celosos. [...] En algunas sociedades, el amante de la esposa tiene que compensar al marido si éste les sorprende haciendo el amor. Incluso en los Estados Unidos se han impuesto compensaciones monetarias por «alienación del afecto». En Carolina del Norte, por ejemplo, un oftalmólogo tuvo que pagar al marido de una mujer 200.000 dólares por haberla seducido. Tales penas legales reflejan una comprensión intuitiva de la psicología evolucionista humana; acostarse con la mujer de otro hombre supone el robo ilegal de sus recursos. En todas partes parece que el hombre considera a la mujer como un bien que posee y controla; en todas partes reacciona ante su infidelidad como lo haría ante un robo, y a veces deja un rastro de destrucción tras de sí.
[...] Por desgracia, las tácticas que recurren a la amenaza y la violencia, y que infligen costes en la pareja por defección y en el rival por llevársela, también funcionan explotando los mecanismos psicológicos de los demás. Igual que el dolor físico conduce a evitar los peligros del entorno que puedan provocarlo, el miedo psicológico lleva a evitar la ira de un compañero enfadado. A veces, la agresión es rentable.
CAPÍTULO 7:
CONFLICTO SEXUAL
La guerra de los sexos no es un imperativo biológico. Nadie dice que no pueda haber entendimiento y aproximación entre los sexos. El conflicto no es un fin en sí mismo, tan solo es la consecuencia de tener estrategias con fines opuestos. El acceso sexual que el hombre persigue es precisamente el recurso que la mujer otorga de manera selectiva.
DIFERENCIAS EN LA PERCEPCIÓN DEL DESEO SEGÚN EL SEXO
Al final uno y otras han tenido que desarrollar habilidades para desenmarañar las estrategias y los engaños de la otra persona. Todos y todas se preguntan alguna vez que estará pensando la otra persona. En el juego del cortejo se intenta leer la mente del objeto de deseo.
Además de la evidente antítesis de sus intereses, una fuente de conflicto suele ser la percepción de la disponibilidad sexual. Los hombres deducen interés sexual donde solo hay amabilidad. Cuando se les mostró una foto de un hombre y una mujer estudiando, ellos pensaron que había intenciones sexuales por parte de la mujer mientras que ellas lo hicieron en mucha menor medida.
La teoría de gestión de errores (EMT) que funciona con las alarmas anti-incendios nos dice que los costes de dar falsas alarmas son mucho menores que dejar pasar un incendio real. Esto podría explicar que los hombres hayan desarrollado un sesgo que prefiere equivocarse por exceso que por defecto, en cuanto a la supuesta o real atracción sexual que la mujer pueda estar sintiendo aunque no lo exprese. El cliché de esos hombres que se dejan llevar por ensoñaciones que teóricamente están por encima de sus posibilidades en cuanto interactúan con mujeres muy guapas está corroborado por algún estudio:
En un estudio sobre citas rápidas realizado en mi laboratorio, dirigido por Carin Perilloux, se observó que los hombres eran especialmente susceptibles al sesgo de sobrepercepción sexual cuando interactuaban con mujeres físicamente atractivas, un hallazgo irónico, ya que las mujeres atractivas suelen ser muy exigentes.
Las mujeres también tienen sesgos que pueden dar una falsa alarma, como el sesgo del escepticismo (sabiendo que ellos mienten cuando quieren sexo y fingen amor) que las hace creer que un enamorado de verdad está queriendo engañarlas. También un sesgo de infidelidad puede despertar sospechas incluso si él es el prototipo de hombre fiel.
Si a todo lo anterior se le suma que ellas flirtean por flirtear mucho más que ellos
la mezcla es explosiva. Ellos insisten porque creen que ellas desean
sexo aún cuando ellas dicen que no lo desean.
EL DOBLE FILO DE LA PERSEVERANCIA
A veces, incluso bajo ese escenario, los hombres consiguen relaciones con su insistencia. Así que cuando ellas se resisten ellos todavía piensan que pueden lograr algo insistiendo otra vez más. Incluso pueden llegar a pensar que la resistencia forma parte del cortejo, o incluso llegar a violentar la voluntad de las mujeres.
Contrariamente a lo que algunos hombres creen, las mujeres no quieren sexo a la fuerza. A veces tienen fantasías en las que un hombre rico y guapo las obliga a mantener relaciones sexuales y es un tema que aparece ocasionalmente en las novelas, pero ninguna de estas circunstancias significa que las mujeres deseen realmente tener relaciones sexuales a la fuerza o sin su consentimiento.
NO EXPRESAR SENTIMIENTOS, NO PASAR TIEMPO JUNTOS, NO PRESTAR ATENCIÓN Y LA IMPUNTUALIDAD
El 45% de las recién casadas se quejan de que sus maridos son unos
reprimidos emocionales. Ellos solo el 24%. Las emociones son indicativas
del grado de inversión disponible y ellas han sido desde épocas
ancestrales las expertas en evaluar el compromiso porque eran las que
más tenían que perder si se equivocaban. "Como la mayoría de los
mecanismos psicológicos, las funciones del conflicto por la represión y
la manifestación emocionales no son visibles." No requieren del
pensamiento consciente del agente.
Las estadísticas son abrumadores a lo largo de todo el libro. Puede que resulten políticamente incorrectas y parecen apuntalar topicazos de la cultura popular: los hombres son unos salidos y las mujeres unas interesadas, una vez casados ellos ignoran los intereses de sus mujeres mientras que ellas pierden interés sexual, etc... pero más que apuntalar, lo que las estadísticas muestran es una realidad. Cómo se analiza esa realidad, y qué se hace para cambiarla es otro asunto de más largo recorrido. Pero negarla es errar ya en el punto de partida.
Más de la tercera parte de las mujeres casadas o con una relación de noviazgo se quejan de que su pareja no les presta atención, las rechaza y las somete a un trato inestable. Entre las quejas más habituales se hallan que los hombres no pasan suficiente tiempo con ellas, que no las llaman cuando dicen que lo harán, que llegan tarde y que anulan una cita u otro acuerdo en el último momento. El doble de mujeres que de hombres se queja de estos hechos, lo que indica que son un coste que éstos infligen en aquéllas. Aproximadamente el 38 por 100 de las novias, frente al 12 por 100 de los novios, se queja de que su pareja a veces no las llama cuando ha dicho que lo hará.
El 41% de las recién casadas se queja de ellos no pasan tiempo con ellas, mientras que solo el 4% de ellos se quejo de lo mismo. Sin embargo ambos se quejan por igual cuando se trata del egoísmo. El conflicto es básicamente por el reparto de los recursos/necesidades en sus múltiples variaciones, ya sea dinero, sexo o atención. Con el tiempo los porcentajes aumentan. Quizás porque una vez asentada la relación cada uno se ocupa más de sí mismo, es decir, dan por sentada la relación.
Las leyes de inversión persiguen conseguir objetivos con el mínimo coste. Si el objetivo está asegurado, se reduce el coste al mínimo para invertir el resto en otras tareas de supervivencia. Puede que suene egoísta pero...
la selección natural no concibió a los seres humanos para coexistir en armonía y felicidad matrimonial, sino para sobrevivir de forma individual y reproducirse genéticamente. Los mecanismos psicológicos moldeados por estos crueles criterios suelen ser egoístas.
Estamos condicionados por estos mecanismos, pero no obligados a actuar según sus dictados. Sí deberíamos estar obligados a conocerlos y doblegarlos si nuestra conciencia o moral así lo decide.
ENGAÑO
Las mujeres flirtean para obtener favores aunque no quieran acostarse con los hombres, aproximadamente un 3 en una escala de 4. Los hombres mienten sobre sus sentimientos para obtener sexo un 71% mientras que ellas solo lo hacen un 39%. El titular podría ser "Las mujeres son embusteras sexuales y los hombres embusteros emocionales". Todos usan los ganchos apropiados porque conocen lo que desea el sexo contrario.
Consecuentemente cabría esperar diferentes reacciones a diferentes tipos de infidelidad, según el daño que esta pueda causar y según qué sexo sea el infiel. Todo cuadra con el apartado de los celos que hemos visto en el capítulo anterior.
Desde esta perspectiva, las mujeres deberían preocuparse mucho más por una aventura con compromiso emocional que por otra carente de él, puesto que el compromiso emocional suele indicar el abandono absoluto en vez de la pérdida, menos costosa, de parte de los recursos. Y así es, en efecto, porque una mujer perdona más y se resiente menos cuando la aventura del marido no implica compromiso emocional. Parece que los hombres lo saben. Cuando se descubre que tienen una aventura, siempre alegan que la otra mujer «no significa nada».
MALTRATO
Los hombres recién casados tratan a sus mujeres como inferiores o estúpidas el doble de veces que lo hacen las mujeres. Los porcentajes aumentan con el tiempo del matrimonio. El objetivo de esta estrategia desde el punto de vista evolutivo es hacer que ellas infravaloren su valor en el mercado del emparejamiento y se conformen o incluso se sientan afortunadas con lo que tienen. Los apaleamientos sistemáticos hacia las mujeres tienen como motivo los celos en un 94% de los casos. Y no es algo solo de Occidente, sucede en muchas culturas.
Como en el resto de las tendencias destructivas, el hecho de que el empleo del maltrato tenga una lógica adaptativa subyacente no significa que debamos aceptarlo, desearlo o descuidar su erradicación. Por el contrario, una mayor comprensión de la lógica que subyace a tales tácticas y de los contextos en que se producen puede llevar a métodos más eficaces para reducirlas o eliminarlas. Los medios de reducir el maltrato podrían provenir del reconocimiento de que no se trata de un rasgo uniforme e inmodificable de la biología masculina, sino de una respuesta que depende de contextos concretos. Por ejemplo, los hombres recién casados con ciertos rasgos de personalidad, como la falta de confianza en los demás o el desequilibrio emocional, tenían cuatro veces mayor probabilidad de maltratar a sus esposas que los que eran emocionas mente equilibrados y confiaban en los demás. Las discrepancias en lo deseables que resultan ambos cónyuges que hacen que el marido tema perder a la esposa, la distancia de los familiares de ésta y la ausencia de costes legales o da otro tipo son otros contextos que influyen en la incidencia del maltrato a la esposa. Identificarlos es crucial para paliar el problema.
A estas alturas del libro no es ninguna sorpresa que el acoso sexual en el trabajo sea cosa de hombres en una inmensa mayoría. El autor nos muestra estadísticas que no repetiré para no saturar más esta reseña, pero confirman lo que todos sabemos. Una curiosidad destacaré. La mujer víctima de acoso sexual diferencia el caso del hombre que busca sexo ocasional del que tiene aparentes intenciones románticas.
VIOLACIÓN
En la violación, de nuevo, es el hombre quien recurre a la violencia. Y no solo son hombres desconocidos: las pruebas indican que las violaciones se producen en buena medida en entornos familiares y laborales, no solamente en callejones oscuros. Incluso dentro del matrimonio.
En la edición de 2016 Buss se extiende en una polémica científica en torno a si la violación es una adaptación masculina por selección sexual que ha llegado hasta nuestros día o si tan solo es el subproducto de otras adaptaciones. Buss da una de cal y otra de arena, y declara que hay diferentes tipos de violación (en contextos bélicos, por desequilibrados, etc...). Hay que estudiar las diferencias antes de meterlas todo en el mismo saco y afirmar que es una adaptación. Además habría que distinguir las adaptaciones de los violadores de las adaptaciones anti-violación de las mujeres.
Lo que me resulta más chocante de esta sección es el siguiente párrafo:
Los hombres difieren en su tendencia a la violación. En un estudio, se pidió a un grupo de hombres que imaginaran que tenían la posibilidad de obligar a una mujer a mantener relaciones sexuales contra su voluntad, sin que les cogieran, sin que nadie lo averiguara, sin riesgos contraer una enfermedad y sin posibilidades de perjudicar su reputación. El 35 por 100 indicó que, en tales condiciones, había alguna probabilidad de que la violaran, aunque en la mayoría de los casos era baja. En otro estudio, en que se empleó un método similar, el 27 por 100 de los hombres indicó que había alguna probabilidad si no los descubrían. Aunque estos porcentajes son alarmantemente elevados, indican que la mayoría de los hombres no son violadores en potencia.
Otra curiosidad sobre la violación es la hipótesis de violación por privación de pareja: los perfiles de violadores serían aquellos que carecen de las características deseadas por las mujeres y se quedan fuera del mercado del emparejamiento. Aunque el autor afirma que está tesis está respalda por un estudio de 1983 que encontró que la mayoría de los violadores tenían bajos ingresos y pertenecían a clases sociales bajas, lo cierto que es el perfil del violador es transversal. Quizás David M. Buss debería haber actualizado sus fuentes en este punto. No hay pruebas concluyentes para afirmar que hay una relación ni siquiera una correlación mayoritaria de violadores con bajos ingresos. Lo que sí parece haber es una relación entre los bajos ingresos de las víctimas y la probabilidad de ser víctimas de un delito sexual.
Estudiar la posibilidad de que la violación haya sido una adaptación exitosa de la selección natural es políticamente incorrecto porque puede llevar a la falacia de que debemos tolerar nuestra naturaleza violenta. David M. Buss, sin embargo, elogia la valentía de los científicos que publicaron el estudio de "Una historia natural de la violación" y cuya obra fue denunciada y ridiculizada como ninguna otra por motivos de corrección política y que ha conllevado la paralización de ese tipo de investigaciones.
CAPÍTULO 8
SEPARARSE
Las separaciones siempre han existido. El divorcio puede tener más o menos restricciones según la cultura, pero desde la antigüedad ha existido, tanto en las grandes civilizaciones como en las sociedades tribales. La causa más común es que un miembro de la pareja pierde las cualidades que lo hacían deseable o apropiado para la unión de la pareja (recursos, fertilidad, alternativas mejores, muerte...).
Hombres y mujeres bromean con candidatos de repuesto, aún teniendo pareja estable, porque han desarrollado mecanismos que evalúan inconscientemente la posible sustitución de su pareja. El hombre no piensa en su éxito reproductor si cambia a su mujer por otra más joven, simplemente encuentra a mujeres que les resulta más atractivas y accesibles que antes.
La mujer cuya pareja la maltrata no piensa: «Mi éxito reproductor y el de mis hijos aumentará si dejo a este compañero que tantos costes me supone», sino que piensa que lo mejor que puede hacer es ponerse a salvo con sus hijos. Del mismo modo que nuestra preferencia por el azúcar, la grasa y las proteínas actúa sin que seamos conscientes de la función adaptativa que cumple, los mecanismos de disolución matrimonial actúan sin que seamos conscientes de los problemas adaptativos que resuelven.
INFIDELIDAD
Como ya apuntábamos en capítulos anteriores la infidelidad sexual es peor llevada por el hombre que por la mujer. En un estudio transcultural de las causas de divorcio sobre 160 sociedades se halló que solamente en dos se producía el divorcio si el adultero era el hombre. En cambio había 52 sociedades en las que se producía si la adultera era la mujer. Al profesor de psicología evolutiva le sorprende esto porque según Kinsey el más infiel es el hombre (50% de los maridos frente al 26% de las esposas). Mucho ha llovido desde Kinsey y creo que aquí habría sido oportuna una actualización.
Todos/as son tan conscientes del potencial de la infidelidad como justificación del divorcio que existen numerosos testimonios que la usan precisamente para provocar el divorcio, ya sea la infidelidad real o simulada.
ESTERILIDAD
Las palomas torcaces se separan cuando alguna de ellas no puede tener hijos. En los humanos este motivo se repite en muchas culturas diferentes. De hecho el número de divorcios es inversamente proporcional al número de hijos, cuantos más hijos menos posibilidades de divorciarse. Pero la explicación del autor, que a más hijos mayor vínculo matrimonial, me parece algo ingenua. Al menos debería contemplar que otra posibilidad es que se haga más dificultosa la ruptura. En cualquier caso la doble moral que se repite tantas veces en libro vuelve a hacerse presente aquí: en 12 sociedades se justifica el divorcio si la esterilidad es masculina y si es femenina asciende a más del doble.
Es doble moral en cuanto al abuso, dominación, discriminación y manipulación que hacemos de nuestra naturaleza al tolerar que pase por encima de nuestros principios. Pero la naturaleza no tiene doble moral. No es moral o inmoral. No es sujeto de juicio moral. Es amoral porque no tiene conciencia para decidir.
En términos evolutivos, tiene pleno sentido que la esterilidad y la infidelidad sean las causas predominantes de divorcio en todo el mundo. [...] Del mismo modo que tener relaciones sexuales tiende a producir hijos, aunque quienes se hallen implicados no sean conscientes de la lógica reproductora que interviene, la ira lleva a abandonar a una pareja infiel o estéril sin que haya una articulación consciente de la lógica adaptativa subyacente. El hecho de que, a causa de la infidelidad, también se separen las parejas que no tienen hijos por propia elección demuestra que nuestros mecanismos psicológicos siguen operando en contextos modernos, incluso en los que se hallan muy alejados de las presiones selectivas que los originaron.
Me pregunto si el silogismos muestra realmente eso. ¿Y si el mecanismo psicológico determinante en el caso de las parejas sin hijos que se separan por infidelidad, es realmente la infidelidad y no la esterilidad? En la sección anterior la infidelidad era un factor muy potente, no entiendo por qué tendría que dejar de serlo ahora.
NEGATIVAS DE SEXO Y RECURSOS
Las esposas que se niegan a tener relaciones sexuales con sus maridos incurren en una causa de divorcio. A veces lo hacen precisamente para divorciarse. Las tácticas de mostrarse distantes y frías suelen venir de las mujeres porque son ellas las que tienen con el sexo su poder de negociación. Y esto es así porque la premisa de la psicología evolutiva es que "la mujer ofrece sexo para conseguir amor, y el hombre ofrece amor para conseguir sexo".
La contrapartida masculina consiste en negar los recursos. Ninguna sociedad contempla como causa de divorcio que la mujer se niegue a seguir aportando recursos. En un estudio se halló que:
las principales causas de divorcio es un suministro económico insuficiente (veinte sociedades), una vivienda insuficiente (cuatro sociedades), alimentos insuficientes (tres sociedades) y ropa insuficiente (cuatro sociedades). Estas causas se atribuyen única y exclusivamente al hombre.
CAPÍTULO 9
CAMBIOS CON EL TIEMPO
Los ecos de la psicología ancestral pueden resonar profundamente en nuestras mentes pero cambian con el tiempo al igual que nosotros. No somos los mismos siempre, maduramos, damos importancia a algunas cosas que antes despreciábamos, las hormonas no siempre actúan de la misma manera...
LA ASIMETRÍA DEL TIEMPO Y CÓMO ROMPEMOS LOS ESTEREOTIPOS
Uno de los tópicos más asentados es que a la mujer le sienta peor el tiempo que al hombre. De hecho al hombre puede llegar a favorecerle porque mientras que ella pierde su valor en el mercado del emparejamiento porque pierde juventud (ergo fertilidad) el hombre gana valor porque durante su vida ha ido ganando más poder y recursos.
Por supuesto nada de esto, ni de todo lo anterior, es automático ni está garantizado en todos los sujetos. Puede ser que una mujer mayor tenga mucho más valor como pareja porque puede cuidar de un hombre y sus hijos, mientras que otra más joven querría hijos que desplazarían a los del hombre maduro. Similarmente una mujer (con mayores o menores recursos que un hombre) puede preferir una pareja mayor no por sus recursos sino porque cree que la valora más que los hombres de su edad. Cuando el individuo tiene que elegir una conducta no le importa los promedios estadísticos, sino las circunstancias concretas que vive. El hecho de que los impulsos existan en nuestra psique no es obstáculo para que hagamos, en función de las circunstancias, todo lo contrario de lo que nos dicen: "Aunque los promedios ocultan las circunstancias individuales, ofrecen líneas generales de las tendencias de toda una vida de muchas personas."
De hecho Buss defiende que la psicología evolutiva es lo suficientemente flexible como para adaptarse a todos los cambios que puedan suceder. Es decir, no solo las estrategias que se nos explican en este libro, sino también todas las variantes que emergen con el tiempo, readaptándose una y otra vez en función de las circunstancias, y alejándose del estereotipo sin contrariar ninguna lógica interna. Personalmente me suena a aquel argumento religioso de que "los caminos del señor son inescrutables".
CÓMO AFECTA LA PROPORCIÓN ENTRE HOMBRES Y MUJERES
Los hombres mueren más prematuramente que las mujeres, por biología, por accidentes, por asesinatos... lo que les impulsa a competir les impulsa a morir. Esto provoca un desequilibrio conocido como embudo del matrimonio que hace que a las mujeres les sea más difícil volver a casarse. Al escasear los hombres, las mujeres se esfuerzan más en conseguir recursos sin aliarse con un hombre, y de hecho los periodos en que ellas se incorporan al mercado laboral coincide con periodos de escasez masculina. Lo mismo sucede con el divorcio que se disparó entre 1970 y 1980. En la revolución sexual también había pocos hombres mayores y muchas mujeres jóvenes.
Cuando sucede al revés, más hombres que mujeres, las beneficiadas son ellas porque tienen más donde elegir. Pero el potencial competitivo y violento del hombre se dispara y puede ser un alto precio: desde las guerras hasta los celos por haber conseguido un bien escaso (una mujer fértil).
PÉRDIDA DE DESEO Y AVENTURAS EXTRA-MATRIMONIALES
La pérdida del deseo aumenta vertiginosamente con el tiempo del matrimonio. Cuando llevan 4 años el porcentaje de hombres que se quejan de que sus mujeres pierden apetito sexual se triplica. Las mujeres también se quejan de eso pero en menor medida. Sin embargo ellas les ganan a ellos en cuanto a quejarse de que no les prestan atención: un 64% frente a un 80% en el cuarto año. Los hombres también pero en menor medida. Y ambos aumentan en la misma medida con el paso del tiempo.
Las aventuras extramatrimonmiales también aumentan con el tiempo, lo cual es esperable, ya que más tiempo implica más probabilidad de caer en la tentación. Para el hombre felizmente casado que tiene aventuras la motivación es meramente sexual. Para las mujeres hay un componente de cambio de pareja más acusado que en el hombre. Se materialicen o no esas aventuras, el deseo del hombre es abrumadoramente mayor un 48% (casi la mitad) frente a un 5% de mujeres que desean tener aventuras extramatrimoniales. El aspecto principal de nuestras estrategias sexuales evolutivas no es que el hombre tenga inevitablemente más aventuras que la mujer o que la infidelidad se manifiesta de forma invariable en la conducta masculina, sino que la psicología sexual del hombre le inclina a la variedad sexual y a buscar relaciones sexuales extramatrimoniales cuando los costes y riesgos son escasos. La mujer también busca sexo a corto plazo, lo que incluye las relaciones extramatrimoniales, pero sus deseos, fantasías y motivaciones en este tipo de relaciones son menos intensos, por término medio, que los de los hombres.
MENOPAUSIA
Una peculiaridad humana en relación al paso del tiempo es lo que sucede con la menopausia. En la mayoría de los animales, incluso en los mamíferos, la fertilidad femenina llega hasta casi el final de sus vidas, aproximadamente cuando ya solo les queda por vivir un 5 o un 10%. Sin embargo a las mujeres todavía les queda mucho tiempo por vivir cuando les llega la menopausia. Aunque algunos han tratado de explicar esto con la ampliación de la esperanza de vida, todo indica que la "hipótesis de la abuela" parece una explicación más plausible: tener hijos a cierta edad es contraproducente porque no los pueden atender bien salvo que desvíen atención y recursos de los que ya están criando. En cambio, si se quedan cuidando de los nietos pueden tener mejor descendencia.
CAPÍTULO 10
ARMONÍA ENTRE LOS SEXOS
El profesor conoce que una de las críticas habituales que se le hace a la psicología evolutiva es que peca de determinista y que ignora otros factores que pueden explicar la conducta sexual de las personas. Por eso repite en muchas ocasiones que el hecho de que un promedio haya sido medido no significa que todos los sujetos tengan que comportarse de igual manera. Pero eso tampoco significa que el promedio no exista.
Este capítulo lo abre de la siguiente manera:
Un mensaje fundamental de las estrategias sexuales humanas es que la conducta de emparejamiento es enormemente flexible y sensible al contexto social. Nuestros complejos mecanismos psicológicos, concebidos por una larga historia de evolución, nos proporcionan un versátil repertorio de conductas para solucionar los problemas adaptativos que conlleva emparejarse. Con él ajustamos nuestras decisiones de emparejamiento a las circunstancias personales para satisfacer nuestros deseos. Por tanto, en el terreno sexual, ninguna conducta es inevitable ni se halla genéticamente predeterminada: ni la infidelidad ni la monogamia, ni la violencia ni la tranquilidad sexuales, ni la vigilancia celosa ni la indiferencia sexual. El hombre no está condenado a tener aventuras sexuales debido a su insaciable ansia de variedad, ni la mujer a rechazar al varón que no está dispuesto a comprometerse. No somos esclavos de los roles sexuales que dicta la evolución. Conocer las condiciones que favorecen cada estrategia sexual nos permite elegir la que hay que activar y la que tiene que seguir inactiva.
Richard Dawkins tuvo una charla muy interesante con David M. Buss que se puede ver en Youtube. En el minuto 18 se comenta que el determinismo es una mala interpretación de la psicología evolutiva, ya que nunca se ha negado el papel del entorno. LOS ORÍGENES EVOLUTIVOS DEL PATRIARCADO (o "El punto de vista feminista" en la edición de 1994)
La bestia negra para el feminismo es el patriarcado. El autor coincide con las premisas básicas del feminismo pero no su obsesión por el patriarcado como causa de la desigualdad. Está de acuerdo en que los hombres, en su mayoría, acaparan los recursos y pretenden controlar la sexualidad y reproducción de las mujeres. En lo que difiere es en que eso sea la causa principal de la guerra de los sexos. Ni es la principal ni es una guerra de hombres contra mujeres.
La teoría feminista cree que el orden establecido de sumisión hacia la mujer fue algo orquestado por los hombres, como una creencia supremacista en la que la mujer ha sido una víctima pasiva. Buss defiende que, aunque es cierto que los hombres siempre han hecho alianzas y que estas han terminado excluyendo a las mujeres, el objeto principal de esas alianzas era obtener recursos o defenderse de peligros. Los peligros a menudo incluían a otros hombres. Los enemigos de los hombres eran otros hombres, no otras mujeres. Si las mujeres no entraban en esas alianzas era porque eran más aptas para funciones diferentes de la caza y la lucha. Y en cualquier caso ese rol de la mujer no fue una decisión unilateral de los hombres. Las mujeres fueron tan responsables de sus roles de género como los hombres, porque ellas fueron las que establecieron las reglas básicas del emparejamiento. Digamos que, según esta teoría, ellas los han hecho a ellos celosos, dominantes y competitivos en el mercado del emparejamiento. Y no olvidemos que las mujeres también son sujetos activos en otro sentido más amplio: ellas también compiten entre sí. En cualquier año, los hombres con los que se casan con las mujeres ganan más que los de la misma edad con los que no se casan. Las mujeres que ganan más que sus maridos se divorcian el doble que las que ganan menos. Por otra parte, los hombres siguen formando alianzas y compitiendo entre sí por adquirir la posición social y los recursos que los hacen deseables para las mujeres. Las fuerzas que originalmente provocaron la desigualdad de recursos entre los sexos, es decir, las preferencias femeninas y las estrategias competitivas masculinas, son las mismas que contribuyen a mantener tal desigualdad hoy en día.
[...]
Tanto los hombres como las mujeres son víctimas de las estrategias sexuales de su propio sexo, por lo que no se puede afirmar que se hallen unidos con los miembros de su mismo sexo en un objetivo común.
[...]
Las concepciones ingenuas de la conspiración de un sexo contra el otro carecen de fundamento real. Aunque las actuales estrategias del hombre contribuyen a que éste controle los recursos, sus orígenes no pueden separarse de la evolución de los deseos femeninos. Este análisis no implica que la mujer tenga la culpa de que el hombre controle los recursos. Para alcanzar la armonía y la igualdad, tanto los hombres como las mujeres deben reconocer que están unidos en un proceso co-evolutivo que comenzó hace mucho tiempo y que sigue operando en la actualidad a través de nuestras estrategias de emparejamiento.
La desigualdad es un enemigo al que debemos derrotar. Para hacerlo es mucho mejor si sabemos de qué pasta estamos hechos que si, por ciego amor a la igualdad, negamos que hombres y mujeres han desarrollado una psicología diferente. Las ciencias sociales tradicionales creían que las mentes de ambos sexos eran iguales. Pero la psicología evolutiva ha demostrado que esto no es así.
En este punto de la historia, ya no podemos dudar de que hombres y mujeres difieren en sus preferencias de pareja: fundamentalmente juventud y atractivo físico, en el primer caso, y posición social, madurez y recursos económicos, en el segundo.[...] Algunos critican tales diferencias, negando su existencia o deseando
que dejen de existir. Pero los deseos y las negaciones no hacen que las
diferencias sexuales psicológicas desaparezcan, como tampoco que les
deje de salir barba a los hombres o de crecer los pechos a las mujeres.
La armonía entre los sexos se iniciará cuando desaparezcan tales
negaciones y nos enfrentemos a los distintos deseos de cada uno.
LA DIVERSIDAD
¿Qué sucede con las minorías que se alejan de los promedios? ¿Los hombres que no no buscan nuevas parejas para satisfacer sus deseos de variabilidad sexual son menos hombres? ¿Las mujeres que no buscan maridos con dinero para satisfacer sus impulsos de asegurar recursos para la crianza son menos mujeres? Claro que no. Cabe destacar dos cosas sobre esto que se han repetido hasta la saciedad.
Lo primero es que las preferencias evolutivas son subconscientes. La evolución nos ha moldeado los gustos para que nos guste lo que conduce al éxito evolutivo, sin necesidad de que así lo racionalicemos. Nos gusta el sexo por el placer sexual: no es necesario que pensemos en que estamos ayudando a la evolución de la especie.
Lo segundo es que si algo demuestra la evolución es que el repertorio de estrategias es muy rico y variopinto. Las minorías no son un "accidente estadístico" sino una muestra de que nuestra naturaleza es variable y se adapta al entorno: "Ninguna estrategia de emparejamiento, por profundamente enraizada que esté en nuestra psicología, se manifiesta de forma invariable, sin tener en cuenta el contexto."
LA GUERRA DE LOS SEXOS
Mientras que existan diferencias entre lo que prefiere un sexo y el otro, existirá una guerra de sexos entendida como unas estrategias opuestas para conseguir lo que el otro se resiste a dar. Tradicionalmente se nos ha enseñado que tales diferencias nacen de cómo nos han educado. Sería la cultura la que nos aleja de una armonía natural entre los sexos.
Pero la ira que experimenta la mujer sexualmente coaccionada o la que experimenta el hombre a quien su mujer engaña derivan de nuestras estrategias evolutivas de emparejamiento, no del capitalismo, la cultura o la socialización. La evolución sigue el criterio implacable del éxito en la reproducción, por muy repulsivas que nos parezcan las estrategias que se crean en el proceso y por muy horrorosas que sean las consecuencias de dichas estrategias.
Las peores guerras se dan entre los hombres porque ellos son los más violentos por término medio. Y el hecho de que la violación o secuestro de mujeres haya sido una constante en la historia bélica y que nunca haya habido un ejército de mujeres que haya querido hacer lo mismo con los hombres indica que esa violencia, en términos generales, es exclusiva del género masculino.
¿PUEDEN LOS HOMBRES Y LAS MUJERES SER SIMPLEMENTE AMIGOS?
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Mítica escena de la película "Cuando Harry encontró a Sally" en la que los personajes discuten si los hombres y las mujeres pueden ser solamente amigos.
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Resulta extraño que en los agradecimientos actualizados con la edición de 2016 se mencione a April Bleske, la investigadora en la que el autor se apoya para este apartado, y luego su contenido haya sido suprimido. Ni está reubicado en otro capítulo ni en ningún otro sitio, pero me parece muy interesante por ser de los pocos estudios que abordan las amistades entre hombres y mujeres. Los resultados son tan arquetípicos como cabría esperar del resto del libro: los hombres (por término medio, como siempre) están más "contaminados" de interés sexual que las mujeres. Ellos puntúan el doble que ellas en cuanto a "lo beneficioso" de que exista la posibilidad de poder acostarse con una amiga y el deseo sexual por sus amigas. Los hombres perciben en mayor medida un posible interés sexual cuando ellas perciben amistad pura. Cuando se confirma la falta de interés sexual ellos tienen un 65% más de probabilidades de poner fin a la amistad.
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