viernes, 14 de enero de 2022

"EL DILEMA DEL PRISIONERO" de William Poundstone (1992)

¿Qué tiene que ver usar la bomba atómica con colarse en el transporte público? William Poundstone analiza las claves matemáticas e históricas de dilemas que rodean nuestra vida, y que en ocasiones, han estado a punto de terminar con ella.
 
El dilema del prisionero es uno más de esos sesudos planteamientos que han desarrollado ciertos matemáticos de la teoría de juegos. Pero lo que me llamó la atención cuando vi este libro fue su aplicación para entender asuntos humanos como la guerra nuclear. Una vez leído merece la pena reseñar que la lógica subyacente al dilema del prisionero está omnipresente en muchas más facetas de la vida humana de lo que podría pensarse inicialmente. Así que lo que en principio parecía una lectura pesada y demasiado especializada, motivo por el cual uno puede saltarse muchas páginas sin temor a perderse, termina siendo una lectura muy intrigante sobre nuestras propias conductas. 
 
Pero antes de seguir aburriendo al personal con abstracciones pongamos un ejemplo de lo que estamos hablando:

 

"Se detiene a dos componentes de una banda criminal, que son encarcelados.  Cada prisionero está aislado, sin poder hablar o intercambiar mensajes con el otro. La policía reconoce que carecen de las pruebas suficientes para condenarlos por la acusación principal.  Por tanto, piensan sentenciarlos a los dos a un año de prisión, bajo un cargo menor.  Pero a la vez, el jefe de policía ofrece a cada prisionero un pacto digno de Fausto.  Si testifica contra su compañero, será libre, mientras que el otro será condenado a tres años de prisión, acusado por el cargo principal.  Pero hay trampa… Si los dos prisioneros testifican el uno contra el otro, se condenará ambos a dos años en prisión."


Las posibles combinaciones según acepten o rechacen la oferta del jefe de policía se resumen en la siguiente tabla:

  B acepta B rechaza
A acepta 2 años (A), 2 años (B). 0 años (A), 3 años (B).
A rechaza 3 años (A), 0 años (B). 1 año (A), 1 año (B).

 

Hay muchas y diversas versiones con imaginativas aplicaciones al mundo real y que, en definitiva, ponen al sujeto en el dilema de elegir el bien individual o el bien común. El autor hace un hercúleo esfuerzo para contextualizar la formulación original y desarrollar las múltiples variantes según la teoría de juegos. Muchas tablas, muchos datos, a menudo demasiado técnicos e innecesarios para el lector medio. Y aún así el libro no pierde su interés porque todo está muy bien enlazado y bien escrito.

JOHN VON NEUMANN: EL MEJOR CEREBRO DEL MUNDO


El capítulo sobre la vida de John von Neumann me dio la sensación de haberme equivocado de libro: ¿a qué viene tanto detalle biográfico? Fue un niño prodigio que achicaba a sus profesores sin esfuerzo, de acuerdo. Dijeron que era el mayor cerebro del mundo y el propio Einstein dijo que tenía una mente excepcional, de acuerdo. Su contribución a la bomba atómica fue determinante... ¿Pero justifica todo ello indagar en los más minúsculos detalles de su vida? Por ejemplo el autor se adentra minuciosamente en el sistema político del país del que procedía para explicar por qué era anti-comunista y conservador. Quizás el lector se ahorraría esa misma sorpresa de haberse traducido por completo el título original del libro: "El dilema del prisionero. John von Neumann, la teoría de juegos y el puzzle de la bomba".
  
¿Cómo puede traducirse algo que nació como un planteamiento puramente matemático, como una matriz de variantes, en una estrategia militar? Recordemos los tiempos de la guerra Fría. Si EEUU quiere asegurarse de no perder una guerra con la URSS, lo mejor, lo racionalmente más efectivo, sería atacar primero y tan mortíferamente que los rusos no tuvieran posibilidad de contraatacar. Pero eso mismo podrían estar pensando los rusos. Entonces quizás lo mejor, lo racionalmente más efectivo, sería cooperar entre los dos para no llegar a una escalada de tensión y carrera armamentística que algún día explote con ambos bandos aniquilándose por completo. Pero esa cooperación también estaría sujeta a ser traicionada, y ahí está el dilema. ¿Cooperamos o no?
 
No se trata de un juego, sino de un dilema en el que uno se ve inmerso contra su voluntad. Por tanto, no es posible una estrategia planificada de antemano. La teoría de juegos parte de la base de que todos los jugadores, los participantes si se prefiere, son absolutamente racionales. El problema es que no siempre actuamos según el principio de racionalidad o de maximizar los beneficios. Hay otros factores en nuestra mente, como el honor, la venganza, etc... que en ocasiones nos hace ir más allá de donde debemos. 
 
Por eso la aplicación del dilema del prisionero a la psicología, la economía, la biología o el derecho no es muy útil como herramienta para predecir un desenlace. Ello no impidió la perseverancia de von Neumann en demostrar el teorema minimax, según el cual:

"siempre existe una solución racional para un conflicto, definido con exactitud, entre dos personas cuyos intereses son totalmente opuestos. Y es una solución racional en el sentido en que ambos participantes pueden convencerse a sí mismos de que no podrían hacer nada mejor, dada la propia naturaleza del conflicto."

BERTRAND RUSSELL Y SU AMBIGUA GUERRA PREVENTIVA

Dejarse llevar por esta lógica dotó de cierta autosuficiencia incluso a grandes pensadores como Bertrand Russell. Él era de los que pensaba que la guerra con la URSS era cuestión de tiempo, que se avecinaba una era de destrucción y que por tanto lo mejor era adelantarse a una guerra preventiva que les salvase del holocausto nuclear. El temor no era nada novedoso. Venía de serie en unos EEUU que eran belicosos e imperialistas. La novedad es que si lo decía Bertrand Russell que era un pacifista que se había opuesto a la Primera Guerra Mundial hasta el punto de ir a la cárcel por ello, entonces el asunto ganaba en credibilidad. Posteriormente pasaría algo parecido cuando se opuso a EEUU por la guerra de Vietnam; precisamente por haber sido un furibundo anticomunista su posición era más creíble que los que venían del mundo de la izquierda.

 
La cuestión de si Russell apoyó o no una guerra preventiva y nuclear contra Rusia ha derramado muchos ríos de tinta. En parte por culpa de Russell, que llevó a la opinión pública a equívocos con declaraciones contradictorias. William Poundstone recopila cronológicamente todas sus declaraciones y algunas no dejan de sorprender:
 
-Agosto de 1945, pocos días después de Hiroshima: "Solo hay una cosa que podría salvar al mundo, y es algo que nunca pensaría defender. Consiste en que América se enzarzara en guerra con Rusia durante los próximos dos años, y estableciera un dominio mundial mediante el poder de la bomba atómica".
 
-Octubre de 1945:"... si la URSS no diera su brazo a torcer para unirse a la confederación, tras un tiempo adecuado de deliberación, se cumplirían las condiciones que justificasen una guerra."
 
-1947 en una carta a Einstein: "Creo que la única posibilidad de paz (y es muy leve) se basa en asustar a Rusia".
 
-3 de diciembre de 1947: "Me gustaría ver que se aliaran cuanto antes los países que consideren que vale la pena evitar una guerra nuclear. Creo que se podría obtener una coalición lo suficientemente poderosa como para decirle a Rusia "es decisión tuya unirte a esta alianza, si estás de acuerdo con las condiciones; en caso contrario, te declararemos la guerra."
 
-Finales de 1950: "Jamás he abogado por la guerra preventiva, como sus señorías podrían conocer si se tomaran la molestia de comprobar los hechos".
 
-Octubre de 1953 en The Nation: "La historia de que yo he apoyado la idea de una guerra preventiva contra Rusia es un cuento inventado por los comunistas. En una ocasión hablé en una reunión en la que el único periodista presente era comunista, aunque trabajaba para un periódico neutral. Aprovechó esa oportunidad, y a pesar de todos mis esfuerzos, nunca he podido deshacer el daño que me infligieron."
 
-En 1958 se hace Presidente de la Campaña para el desarme nuclear y un año después "confesó por fin que anteriormente había militado a favor de la guerra preventiva:
"Es completamente cierto, y no me arrepiento de ello. No se contradecía con lo que pienso ahora. Lo que yo he sostenido en todo momento es que toda guerra nuclear en que las dos partes tuviesen armas nucleares sería un completo desastre. En cierta ocasión, justo tras finalizar la guerra, los americanos tenían el monopolio de las armas nucleares, y ofrecieron difundir las armas atómicas internacionalmente a través del plan Baruch. Yo pensé que se le traba de una propuesta muy generosa por su parte, y que sería muy conveniente. Pero no defendía una guerra nuclear, solo que se debería presionar mucho a Rusia para que aceptara el plan Baruch; Yo opinaba que si persistían en su negativa, quizá habría que llegar a la guerra. En ese momento, solo un bando poseía armas nucleares, y lo más seguro es que los rusos hubiesen cedido. Pienso que hubiera sido así, y aún creo que se habría podido evitar la existencia de dos potencias iguales con tales medios de destrucción; este es el tremendo riesgo que corremos ahora."

He subrayado una frase clave del anterior párrafo que explica el cambio de opinión de Russell. Se trataba de evitar no ya solo el peor mal, sino el peor de todos los males que se acerca con gran "certeza estadística": la extinción de la humanidad. Dos naciones con la bomba atómica era mucho peor que si lo tenía solamente una. Lo primero podría conllevar la aniquilación de un país mientras que lo segundo podría conllevar la aniquilación de la humanidad. Por ello en unas primeras circunstancias, la guerra preventiva contra Rusia tenía sentido (solo hubiese supuesto la aniquilación de Rusia para salvar al mundo entero). Pero cuando Rusia adquiere armas nucleares entonces las circunstancias cambian y lo que hay que evitar es que nadie las use.
 
Hay algo deshonesto en todo ello porque al venir de alguien que era claramente antisoviético siempre hay sesgos difíciles de ignorar. ¿Habría tomado la misma decisión si el bando perjudicado hubiese sido el estadounidense? Me explico. ¿Habría declarado lo mismo si la historia hubiese puesto la bomba atómica primeramente en manos soviéticas? ¿Habría justificado un ataque nuclear contra EEUU para salvar al mundo? Nunca lo sabremos porque la historia no permite hacer experimentos de laboratorio. Pero lo que podemos asegurar es que Russell no era imparcial en esa imagen de lógica aséptica.
 
En cualquier caso, estemos o no de acuerdo con las explicaciones de Bertrand Russell, Poundstone no pone en tela de juicio la honestidad del gigante de la filosofía por sus cambios de opinión, sino por negar haberlos tenido:
"A continuación, Freeman le preguntó porque había desmentido repetidamente que estaba a favor de la guerra preventiva. Russell dijo: "en realidad, había olvidado por completo que me pareciera adecuada una política de amenazas que tuviera como posible desenlace una guerra". Llegados a este punto, Freeman dejó el tema. Sin embargo, es demasiado pedir creer que Russell se había olvidado de todo el contenido de muchos discursos, cartas y artículos escritos apenas unos meses antes de su primer desmentido."
Para una mayor profundización en este ya demasiada larga digresión sobre Bertrand Russell recomiendo el trabajo del experto en el asunto David Blitz, que da una de cal y otra de arena al reconocer torpezas en Russell, pero también aviesas acusaciones en sus críticos.

LA ORGANIZACIÓN RAND

En la Guerra Fría EEUU no escatimaba medios, y cualquier proyecto, ya fuese prometedor y creativo o fraudulento y fantasioso recibía fondos con la esperanza de ganar la batalla a los rusos. Proyectos como MK-Ultra o Stargate investigaron los poderes mentales para controlar y vigilar con aplicaciones militares sin ningún éxito. La organización era algo más seria, y todavía subsiste hoy en día aunque reciclada para otros fines. En su origen era un Think Tank que tenía como misión pagar a científicos para que dejasen volar su imaginación y propusieran soluciones que hiciesen ganar la Guerra Fría. Tras mucho cavilar "se descubrió" que una buena estrategia era las disuasión nuclear mediante la amenaza de destrucción mutua asegurada. En otras palabras que si un bando atacaba el otro haría lo mismo y ninguno de los dos sobreviviría. Aunque la forma del lenguaje lógico-matemático es muy aparatosa, lo cierto que es no estaban descubriendo nada nuevo.

"Darse cuenta del dilema del prisionero es parecido a descubrir que el aire existe. Siempre nos ha acompañado, y la gente siempre lo ha notado, en mayor o menor medida".

ÉTICA, TRANSPORTE PÚBLICO Y OPINIÓN PÚBLICA

Efectivamente el dilema del prisionero está en muchas recomendaciones éticas como "la regla de oro" de Jesús (todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo asó vosotros con ellos) o el imperativo categórico de Kant ("Actúa de tal forma que la máxima de tu conducta pueda ser siempre un principio de ley universal"). También está en el fondo de las divisiones políticas, siendo los conservadores los que tienden a desertar (por desconfianza a hacer el primo) mientras que los progresistas cooperan (con la esperanza de que malgastará el esfuerzo colectivo).
 

Y también lo encontramos en situaciones cotidianas, como la del "dilema del viajero gratis" que se da en los transportes públicos. Se suele pensar que no se hace daño a nadie si uno se cuela en el metro sin pagar. El sistema no depende de que tú te lo saltes... pero si depende de si nos lo saltamos todos. ¿Cooperamos para un bien común que al final redunda en nosotros mismos (porque seguiremos disfrutando del transporte público a bajo precio) o desertamos y buscamos el beneficio individual con independencia del colectivo? 

El libro continua con reflexiones muy interesantes que se tuvieron en cuenta cuando la URSS consiguió su bomba  atómica. ¿Convenía atacar a la URSS en una guerra preventiva o no? El debate político iba mucho más en serio de lo que se suele recordar actualmente. Se sabe que Truman consideró seriamente atacar a Corea con armas nucleares. La opinión pública se dividía entre los fervorosos anticomunistas que incluso querían bombardear China y los anticatólicos que veían en todo el asunto un oscuro plan del Vaticano para mantener a católicos en cargos de poder. En general, las objeciones eran de tipo táctico, pues no tenían un trasfondo moral y solo temían el fracaso una vez iniciada la guerra. A los políticos les pasaba algo parecido; en público rechazaban la guerra preventiva pero luego en privado hablaban de la conveniencia de adelantarse en el ataque.

EL JUEGO DEL GALLINA, LA CRISIS DE LOS MISILES EN CUBA Y BERTRAND RUSSELL... DE NUEVO

La teoría de juegos también tiene ejemplos de situaciones que llevadas al limite difuminan la frontera entre lo que se considera una victoria y un fracaso. Todos hemos pensado alguna vez, sin ser consciente de ello, en el dilema del voluntario:

"De repente, una noche se van las luces en casa. Miras fuera y compruebas que se ha ido la luz en todo el barrio. La compañía eléctrica mandar a alguien, con tal de que alguna persona les llame para dar el aviso. ¿Acaso deberías llamar? No, mejor que lo haga otro." 


Más conocida es otra versión más testosterónica conocida como "el juego del gallina" que se popularizó con la escena de la carrera de coches en la película "Rebelde sin Causa". En ella, el famoso James Dean, que posteriormente moriría en la vida real en un accidente de coche a alta velocidad, compite con su rival en una carrera de coches. El juego consiste en conducir ambos alocadamente hacia un acantilado y el primero que pare el coche pierde el juego. El otro que continúa gana, probando así su valentía o masculinidad o cualquier otra sandez, mientras que el que se rinde demuestra ser un gallina, y de ahí el nombre.
 
Esta lógica para adolescentes bravucones es la misma que aplicaron los líderes de EEUU y la URSS en la crisis de los misiles en Cuba. Ambas potencias sabían que la destrucción mutua era segura en caso de conflicto, y por tanto jugaban a llevar las cosas al límite con la esperanza de que fuese el otro quien abandonase antes de caerse por el precipicio. La diferencia con el juego del gallina es que si el ganador apura demasiado en sus límites, no solamente caerá él por el precipicio, sino que además arrastrará al otro. Por tanto, estaba en interés de ambos bandos no llevar las cosas tan cerca del precipicio  como para que alguno se precipitara por él.
 
Según el autor, Bertrand Russell intervino mandando telegramas a Kruschev y exhortando a tener un primer gesto necesario para que la otra parte hiciese lo propio. Era la única manera de detener un escenario que realmente ha sido lo más cerca que hemos estado de una guerra nuclear. Pero cuando las tensiones llegan a tales niveles, en realidad lo que cada bando está esperando secretamente es una excusa por la que abandonar la absurda escalada. Es decir, que según las instrucciones del juego del gallina, lo que están buscando es una excusa para perder. Paradójicamente, si pierden están ganando. Porque si dejan que el otro lleve las tensión tan cerca del precipicio puede ser que ambos salgan perdiendo al iniciar una guerra termonuclear que ninguno desea y nadie sabría como parar.
 
Llegados a ese punto, lo absurdo es seguir jugando, aunque ninguno de los jugadores quiere abandonar por una cuestión de credibilidad u honor. Por eso están ávidos de encontrar una excusa para "salvar la cara" y abandonar sin que se les señale como un gallina, pues si eres un gallina incapaz de usar tus armas dejan de tener ese poder disuasorio que se supone que tienen.

El telegrama a Kruschev (también envió a Kennedy) decía lo siguiente:

"Le ruego que no sea provocado por la injustificable actuación de los Estados Unidos en relación con Cuba. El mundo apoyará la prudencia. Es urgente que la acción sea condenada a través de las Naciones Unidas. Cualquier acción precipitada podría dar lugar a la aniquilación de la raza humana."

Los medios se burlaron de la importancia que un anciano nonagenario se daba a a sí mismo en los grande asuntos mundiales, pero el hecho es que Kruschev le respondió y eso llevó a que EEUU también respondiera. Y así se creo un clima en el que ambos bandos, ante la opinión pública mundial, ingresaban en una especie de nuevo dilema del gallina: ¿quién sería el más sensato? ¿Quién sería el verdadero líder mundial que nos salvase a todo el planeta?

El autor considera que las misivas de Russell fueron determinantes porque visibilizaron las señales de humo de Kruschev (según el famoso historiador estadounidense Arthur M. Schlesinger Jr.) que sugerían que no estaba dispuesto a una guerra termonuclear.


La oferta inicial rusa demostraba esa intención de "salvar la cara" pues cambiaba una pieza menor por otra mayor: que EEUU quitara sus misiles de Florida (que amenazaban solo a Cuba) a cambio de que la URSS quitase sus misiles de Cuba (que estaban cerca de territorio estadounidense). Posteriormente los soviéticos se habrían visto haciendo "el primo" y propusieron desmantelar los misiles de EEUU en Turquía (que estaban cerca de territorio soviético y por tanto era el equivalente estratégico a los misiles de Cuba).

Russell escribió nuevamente a Kruschev animándole a no abandonar el camino iniciado pese a la negativa de Kennedy a desmantelar los misiles de Turquía... y de cara a la galería eso fue lo que se hizo, aunque las decisiones ya estaban tomadas.

"Más tarde, el día 28, apenas horas después de que Russell enviara este telegrama, Kruschev propuso el desmantelamiento de todas las bases de misiles en Cuba y la retirada de todos los efectivos soviéticos enviados a la isla. En líneas generales, no pidió nada a cambio a los Estados Unidos. De esta manera terminó el conflicto."

Resulta curioso que Poundstone relate el desenlace tal y como se conoció en aquel momento, sin hacer mención a lo que después se supo. Porque al final esos misiles de Turquía sí que se desmantelaron. La propuesta rusa fue aceptada con la condición de no hacerla pública hasta 6 meses después, y así EEUU podría quedar ante su opinión pública como vencedor y la URSS como el gallina. La URSS habría aceptado ese papel porque en realidad creía que salía ganando al eliminar una amenaza a su territorio que representaban los misiles de Turquía, al bajo precio de quedar como un gallina... algo que ellos venderían como haber sabido estar a las alturas que las circunstancias requerían. La realidad es mucho más retorcida: los misiles de Turquía estaban obsoletos y desde hacía tiempo EEUU tenía planificado retirarlos.
 
El papel que Russell jugó en todo el asunto fue muy importante. No tanto como él mismo podía creer, porque no todo se hizo según sus propuestas y sus tiempos, pero ciertamente propició las circunstancias para que los dos bandos modificasen sus posiciones. ¿Qué habría pasado si Russell no hubiese hecho nada? Es un futurible que no podemos saber. Algunos dicen que Kruschev habría parado a tiempo de igual forma. Lo cierto que en esta realidad podemos afirmar sin temor a exagerar que Bertrand Russell nos salvó de una tercera guerra mundial. O como mínimo ayudó bastante a evitarla.

CÓMO LA PRÁCTICA NOS ENSEÑA A JUGAR


Aunque sea un planteamiento puramente matemático, con una tabla de opciones y una maximización de resultados positivos, lo cierto es cuando trasladas la teoría al ejemplo concreto ves que hay algo más ahí. Y es algo que incluso trasciende al ejemplo concreto. En muchos de los ejemplos y variantes de la teoría de juegos al final siempre hay un pregunta con fundamento político/ético más que matemático: "¿Qué pasaría si todos se comportasen así?". Desde reciclar plásticos hasta pagar impuestos, esa máxima siempre está presente en nuestra vida cotidiana. Esa pregunta parte de la premisa de que seguiremos interactuando con los demás, y por tanto se podría decir como se dijo en su momento, que la solución definitiva al dilema del prisionero es la cooperación mutua. Sin embargo, ni el más bienintencionado de los jugadores puede dejarse llevar por su instinto, y hay un momento en que no puede dejarse pisar.

"¿Qué es lo que motiva la deserción? Hay muchísima diferencia entre el caso malo del que abandona por sistema, sin escrúpulos, y el buen desertor que querría en realidad cooperar, pero solo si pensase que el otro también lo hiciera. De hecho, este último jugador abandona solo para protegerse a sí mismo. 

En el caso del desertor malo, solo se puede reaccionar desertando también. Por consiguiente, tampoco es un problema moral asumir estas decepciones. La tragedia surge cuando dos jugadores buenos abandona por haber malentendido las intenciones del otro. Lo que intriga del dilema del prisionero es el modo en que estas buenas intenciones llegan a pavimentar el suelo del infierno."

Y aún con todo eso, la cooperación es la base de la sociedad. Todos parecemos contravenir esos cálculos de "ganar" en lo individual y cortoplacista y terminamos cooperando. La explicación a esa elección tan "irracional" está precisamente en que sabemos que nos enfrentamos a situaciones recurrentes que repiten en el tiempo. Si jugásemos al dilema del prisionero una única vez, desertaríamos como estrategia más segura. Al saber que podemos tener que "volver a jugar" al mismo juego y con los mismos participantes, entendemos implícitamente que lo mejor para todos es formar parte de un engranaje de cooperación. En teoría, así lo entiende la mayoría de la sociedad.

"No es exagerado afirmar que la sociedad se basa en la cooperación. Todo acto plantea dilemas entre el beneficio individual y el bien común: ensuciar las calles, dejar propina, robar en las tiendas sin ser visto, pararse a ayudar a alguien, mentir, ahorrar luz, etc. Hay quien dice que la cooperación irracional es el fundamento de la sociedad, y que sin este factor la vida sería, en palabras de Hobbes, 'solitaria, mísera, desagradable, embrutecida y corta'."

Así las cosas, si vamos a volver a vernos las caras con el contrincante, o incluso vamos a repetir partidas con un desconocido, podemos aprender de la experiencia. Si la primera jugada nos traiciona, ya podremos traicionar nosotros en la segunda. Si por el contrario el contrincante coopera, nosotros lo haremos también hasta que el otro traicione por primera vez. Esta estrategia se llama "donde las dan las toman".

CONCLUSIÓN

La teoría de juegos da para mucho y podemos encontrarla también en la Guerra de Vietnam y la Guerra del Golfo Pérsico. Incluso si estiramos mucho la imaginación también está presente en estrategias evolutivas de selección natural. Remito al lector a muchos de esos ejemplos que me dejo en el tintero para no alargar más esta reseña.
 
A lo largo del libro Poundstone nos ha conducido por posibles soluciones al dilema del prisionero. Primero nos dijo que desertar siempre era una estrategia ganadora para juegos de un solo lance. Luego nos habló de la cooperación como solución definitiva. Al terminar el libro nos dice que en realidad el dilema no existe, pues viene a probar algo que siempre hemos sabido; "que los intereses individuales pueden subvertir el bien común". Nunca nos vendió ninguna solución, y en ese sentido tiene cierta coherencia terminar el libro afirmando que "la única solución satisfactoria al dilema del prisionero consiste en evitar dilemas del prisionero." 
 
Yo en cambio prefiero terminar esta reseña citando otro párrafo que igualmente desvela lo que ya era evidente sin necesidad de recurrir a la matemáticas:

"La crónica de las guerras muestra como ha existido una escalada continua hacia armas más mortíferas, que ningún bando afirmaba querer en realidad.  Durante la edad media se pensó que la ballesta, con su capacidad de atravesar armaduras, era un arma tan espantosa que los reyes pidieron a la Iglesia que prohibiese su uso. Alfred Nobel creía que, a causa del poder explosivo de la dinamita, mucho mayor que el de la pólvora, la guerra sería demasiado terrible para que surgiera, con lo que sobrevendría una época de paz. De la misma manera, los que fabricaron la bomba, cuyas opiniones políticas variaba desde Oppenheimer hasta Teller, pensaban en su mayor parte que como consecuencia traería consigo un gobierno mundial y el fin de las guerras.

Las armas que poseen un poder destructor terrorífico sin precedentes acaban por ser utilizadas; además, en general provocan una carrera armamentística. El dicho "la historia se repite" halla su gran confirmación en la historia de los conflictos militares." 

Mientras leía el libro me agradó saber que su autor, William Poundstone, es un activista del mundo del escepticismo y que ha escrito una biografía de Carl Sagan.

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