lunes, 16 de enero de 2023

"MARX: UNA BREVE INTRODUCCIÓN" de Peter Singer (2018)

Peter Singer tiene la virtud de comunicar cosas complejas de manera sencilla. Y si por algo se conoce a los marxistas es por sus mamotretos y disertaciones en las que gustan perderse y hacer perderse a los demás. Así que resulta muy tentador meter las narices en un libro tan breve. Toda una oportunidad para aproximarse al pensamiento marxista de la mano de otro gigante de nuestro tiempo, Peter Singer, que ha logrado decir todo lo que tiene que decir sobre el asunto en muy pocas páginas y evitando tecnicismos.
"Existe tanta literatura sobre Marx que hay que pensárselo dos veces antes de añadir otro libro más, aunque sea uno muy breve, a la enorme lista. He escrito este libro porque existe una sola visión general que subyace a la voluminosa obra sobre Marx, y no conocía ninguna publicación que la presentase de una manera comprensible a los lectores con poco o ningún conocimiento previo de sus escritos."

La influencia de Marx en la historia está fuera de toda duda, durante buen parte del siglo XX casi la mitad de la población mundial vivía bajo gobiernos que se consideraban marxistas.
 

JUVENTUD COMO ESTUDIANTE Y PERIPLO POR EUROPA 

 

Karl Marx provenía de familia acomodada y liberal, aunque no radical. Empezó sus estudios de derecho aunque, tras un periodo de fracasos y borracheras, sus padres lo trasladaron a Berlín donde terminaría la carrera de filosofía. Pero fue gracias al periodismo que contactaría con las ideas revolucionarias de la sociedad alemana, y poco después de la francesa. Se trasladó a París desde donde escribió algunos artículos que en Prusia no fueron bien vistos y mandaron arrestarlo. Huyó a Bruselas con su familia, su mujer (que era la novia de toda su vida, Jenny von Westphalen), y su hija. Las autoridades belgas le dieron protección siempre y cuando no se metiera en política, pacto que él no cumplió porque se metió en constantes polémicas precisamente con quienes mejor podía congeniar: los socialistas. Él y Engels estudiarían economía en Inglaterra, donde reinaban las ideas de Adam Smith, pero antes de intentar desmontarlas Marx quiso estudiar las alternativas. Parece que ya desde temprana edad el marxismo sembraba la semilla de la desunión en la izquierda y Marx se lucía "tan convencido de la importancia de sus propias ideas que tenía poca tolerancia con las opiniones distintas a la suya". 
 
Cuando Francia anula la orden de arresto de Bélgica, Marx vuelve a París, pero allí se entera de la revolución en Berlín y vuelve a Alemania. Como allí la revolución duró poco decide volver a París una vez más, pero solo consigue que le expulsen y decide probar suerte en Inglaterra donde él fijaría la tierra prometida de una revolución del proletariado.
 
Corría el año 1844 y conocería a Engels, ambos calificándose tempranamente como comunistas, de los muchos que había antes que ellos. En los primeros años 50 empieza a tener ingresos fijos, se le añaden algunas herencias de su mujer, y el apoyo económico de Engels como un Sancho Panza a su Quijote. En 1867 publica su primer volumen de "El Capital" que poco a poco calaría en los revolucionarios y socialistas de Europa. Incluso se publicó una traducción al ruso en 1872 que llegó a ser muy popular en las tierras del zar. El segundo y tercer volúmenes tuvieron que ser terminados por Engels, mientras que el cuarto y último nunca vería la luz. 

EL JOVEN HEGELIANO, LA RELIGIÓN Y LA ALIENACIÓN DE LOS TRABAJADORES.

 
Tanto Marx como Engels bebieron de las fuentes hegelianas que colonizaban el panorama intelectual de la época. Para Hegel, el progreso de la conciencia de libertad era el curso principal de la Historia. La situación de inestabilidad por la lucha entre amos y esclavos debe terminar necesariamente en un equilibrio liberalizador.
 
La religión era un obstáculo para esa liberación y la filosofía debía servir para plantar cara a unas ideas religiosas que funcionaban como espejismos que distraían a los seres humanos de comprenderse y responsabilizarse de sí mismos. Unos ciudadanos que se sienten incompletos hasta que se reúnen con su creador solo puede proyectar insatisfacciones irresolubles y doblegarse ante un valle de lágrimas terrenal. Aunque Marx encontró esa inspiración en Bauer, fue al conocer a Feuerbach cuando abrazó la idea de que los dioses y toda su parafernalia reflejan la naturaleza del hombre porque son creaciones humanas y no a la viceversa. Pero Marx lo llevó un paso más allá y dejó de señalar a la religión como raíz de todo mal para acusar al dinero como último responsable.

"Marx insiste en que no es la religión ni la filosofía, sino el dinero lo que constituye la barrera para la libertad humana. El siguiente paso, obviamente, es un estudio crítico de la economía."

De esta manera la religión pasaba de ser el enemigo número uno, al número dos, o tres... eso es lo que sugiere, pese a las más famosas interpretaciones, la archiconocida frase de que "la religión es el opio del pueblo":

"Esa frase se suele entender solo como un ataque a la religión, pero leída en su contexto sugiere una idea mucho más matizada: «la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón y el alma de unas condiciones desalmadas. Es el opio del pueblo». Marx retrata la religión como una respuesta a la opresión y la falta de sentimientos del mundo, pero una respuesta inadecuada, porque en lugar de enfrentarse a esta opresión, simplemente adormece el dolor."


 
Marx critica la economía clásica porque en nombre de la competencia, la producción y el capital se olvida del ser humano, y concretamente, del obrero y su salario que se convierte en mercancía sujeta a la oferta y la demanda. El fin es el hombre, y la economía debe ser el medio. El capitalismo hace que el hombre confunda medios y fines, y hace que una economía avariciosa esté por encima de la felicidad y de la supervivencia de muchas personas. Es lo que se llama trabajo alienante.
"Cuanto más se enajena a un trabajador en su trabajo, más poderoso se vuelve el mundo ajeno y objetivo que crea opuesto a él, más pobre se vuelve en su vida interior y menos puede llamarla propia. Lo mismo ocurre en la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, menos le queda para sí mismo."
El trabajo por cuenta ajena era un problema para Marx. Los humanos somos los únicos animales que podemos realizar trabajos abstractos. Por trabajo abstracto se entiende fabricar unos zapatos que necesitamos. Un trabajo genérico sería que nos pagasen un salario para fabricar unos zapatos que no necesitamos nosotros, sino el empleador que los usará para aumentar su margen de beneficio. Esto supone que los objetos fabricados de manera "genérica" escapan al control de sus creadores. De esa manera terminaban alienados de su especie. Al resto de los animales no les puede pasar eso. De alguna manera Marx creía que la naturaleza humana era crear y trabajar en sus necesidades más inmediatas con libertad y creatividad. Al trabajar para un tercero al humano solo le esperaba un futuro de alienación de su propia especie.
 
Y no basta con subir los salarios, eso solo supondría una "mejor paga para los esclavos". La solución marxista es arrancar el trabajo asalariado de raíz y para ello es necesario la abolición de la propiedad privada, es decir, el comunismo. El problema, según Singer, es que Marx no se molestó en explicar más detalladamente en qué consistía el comunismo. Da por asumido que todo el mundo navegará hacia ese horizonte revolucionario pero deja la brújula a medio construir.
 
Lo paradójico es que para darnos cuenta de que debemos abolir la propiedad privada hemos tenido que crearla. El potencial del proletariado como fuerza universal de cambio hacia el comunismo no hubiera sido posible sin la vigencia de la propiedad privada y el capitalismo. Ese tipo de dinámica a base de antítesis que luego se funden en una nueva tesis y así una y otra vez, es herencia directa de Hegel.
 

LA IMPORTANCIA DE LO MATERIAL 


La concepción materialista de la historia nos advierte de que "la vida no está determinada por la conciencia, sino la conciencia por la vida". Son las condiciones económicas las que te condicionan para entender el mundo, disfrutarlo o sufrirlo, y por ende, tener un concepto de necesidad y justicia diferente a otro individuo que tenga otros intereses y necesidades. Y no únicamente las condiciones económicas.
"Después de que muriese Marx, Engels negó que este hubiese dicho que «el elemento económico es el único determinante». Él y Marx, eso lo reconocía, tenían la culpa en parte de esa mala interpretación, porque habían puesto el énfasis en la economía, en oposición a aquellos que la rechazaban por completo. Marx y él, escribía Engels, no habían pasado por alto la existencia de interacciones entre la estructura económica y el resto de la superestructura. Solo decían que «el movimiento económico finalmente se afirma como necesario». Según Engels, Marx se irritó tanto con las malas interpretaciones de su doctrina que al final de su vida declaró: «Lo único que sé es que no soy marxista»."
Más que un factor, lo material es casi un vector de la historia que la lleva indefectiblemente hacía su único camino posible:
"para Marx, la vida productiva de los seres humanos es lo real, en lugar de sus ideas y su conciencia. El desarrollo de esas fuerzas productivas y la liberación de las capacidades humanas que llevará consigo ese desarrollo es el objetivo de la historia. [...] Si la política colonial de Inglaterra es la causa última de la revolución social en Asia, se podría considerar que mi pala es la causa última del crecimiento de mis verduras."
Según Marx, los salarios funcionan como cualquier otro producto en un mercado libre,  suben y bajan según la oferta y la demanda, y su "tendencia general es que se nivelen a la baja hasta el coste de producción, es decir, hasta un salario de subsistencia".
 
Si fabrico una prenda en una hora y mi salario es X, la mejora de producción de un sistema capitalista eficiente hará que terminé fabricando dos prendas en vez de una en ese tiempo. Sin embargo el valor de mi hora de trabajo no se duplicará. El capital es acumulación de trabajo para beneficio del capitalista y en detrimento del obrero, siendo la desigualdad entre ambas partes una variable que solo se paralizará cuando deje al último al nivel de la supervivencia para poder seguir trabajando.
 

MAL CIENTÍFICO, MEJOR FILÓSOFO 


Aunque mucho se ha pregonado el carácter científico del marxismo, lo cierto es que según Peter Singer no se sostiene si ponemos a prueba sus predicciones teóricas: los salarios no siempre bajan, la teoría de la tasa menguante de los beneficios no es cierta y  las crisis económicas no han sido cada vez más severas. Incluso se puede decir que allá donde el capitalismo ha sido sustituido por un sistema pseudo-marxista ha sido precisamente en los países pobres, y no en los industrializados que es donde Marx imaginaba que debería prosperar. Pero el valor de la aportación de Marx a la economía no reside en sus propuestas sino en sus denuncias. "El capital", obra por excelencia de Marx, arroja un jarro de agua fría sobre esa contradicción de la economía clásica según la cual los trabajadores son cada vez más productivos y sin embargo la desigualdad crece. Marx no consigue dar en la tecla para que todo funcione, pero toca algunas muy molestas, como algunas verdades que desvelan cómo los trabajadores creaban su propia alienación.

"Economistas clásicos como Adam Smith y David Ricardo levantaron el velo lo bastante para ver que el valor del producto (es decir, su valor de cambio) representa el tiempo de trabajo que costó producirlo, pero lo toman como si fuera una ley de la naturaleza, una verdad necesaria, evidente en sí misma. Por el contrario, dice Marx, lleva el sello de una sociedad «en la cual el proceso de producción domina al hombre, en lugar de ser al contrario» (C I). El objetivo de El capital, entonces, es desgarrar ese velo místico que cubre los procesos vitales de la sociedad moderna, revelando estos procesos como formas de dominación de los seres humanos por sus propias relaciones sociales. De ese modo, El capital, como otros escritos de Marx, se basa en la idea de que los seres humanos se hallan en un estado de alienación, un estado en el cual sus propias creaciones aparecen ante ellos como fuerzas ajenas, hostiles; un estado en el cual, en lugar de controlar sus creaciones, los seres humanos son controlados por ellas."

INGENUO PERO NO CIEGO

Karl Marx era consciente de que antes del capitalismo, en las sociedades primitivas donde la propiedad se poseía en común, se vivía todavía peor. Como ya nos recordaba Terry Eagleton en su libro "Por qué Marx tenía razón", la antipatía de Marx por el capitalismo no le impedía ver los beneficios que había traído al mundo. Pero precisamente porque el capitalismo nos da las herramientas para vencer la esclavitud y no lo hace, es por lo que Marx arremete contra él. La libertad y la felicidad que todos podríamos tener nos es arrebatada precisamente por quien podría dárnosla. Y si no está en nuestras manos, es porque ha ido a parar a manos de otros.
 
Marx tachaba de utópicos a los que pensaban que el camino hacia el comunismo sería un camino de rosas, sin pobreza y donde todos trabajarían felices por el bien común. Se podría decir que fue mucho más realista que muchos de sus seguidores. Pero, en cierta manera, él también fue utópico porque aunque situase el comunismo en una fase final mucho más lejana en el tiempo, y aunque fuera consciente de que había que hacer muchos sacrificios, al fin y al cabo soñaba con un paraíso en la tierra, libre de intereses individuales, libre de confrontación con los intereses colectivos. Fue ingenuo al fantasear con que la naturaleza humana podría tornarse infinitamente bondadosa si se le ofrecían las circunstancias adecuadas. Y aunque no definió muy bien en que consistiría ese comunismo, de sus palabras podemos deducir que sería algo cuasi-celestial:
"Cazar por la mañana, pescar por la tarde, criar ganado por la noche, criticar después de cenar, simplemente porque tengo cerebro, sin convertirme en cazador, pescador, ganadero o crítico."


 

LA MORAL EN MARX

A menudo se ha afirmado que a Marx solo le importaba la distribución de la riqueza, y no tenía interés en cuestiones morales. Defensores y detractores han usado estas simplificaciones. Pero tal y como dice Singer esto no es posible. Marx no solo proponía un cambio, lo hacía porque lo consideraba deseable. El hecho de que no hablase de moral, o de que solo lo hiciera para denunciar la moral que reinaba en su época siempre al servicio del poderoso, no quiere decir que careciese de un horizonte moral al que dirigirse. Y en cuanto a la distribución de la riqueza y el trabajo su famoso principio ("de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad") ni era original suyo ni le daba demasiada importancia. Según Peter Singer tan solo lo menciona de pasada para reconfortar a quienes les preocupaba el problema de la distribución, pero para Marx la madre del cordero era la producción. Una vez resuelta la producción, la distribución se organizaría sola sin necesidad de imponer dogmas retóricos como la distribución justa o el derecho igual.
 

¿DICTADURA O DEMOCRACIA? 


Esa naturalidad de la sociedad para desenvolverse solo sería posible tras una "dictadura del proletariado" que haría desaparecieran las clases sociales, y todo el mundo cooperaría con todo el mundo, controlaríamos la economía y no ésta a nosotros. Para ello, sería necesaria la violencia, eso al menos se puede pensar a primera vista si aceptamos la palabra revolución. En el Manifiesto Comunista se habla de "derrocamiento violento de la burguesía". Sin embargó, Marx también reconoció que los trabajadores también podían alcanzar sus fines por medios democráticos, y puso ejemplos concretos de su época como Inglaterra o EEUU.
 
Pero es difícil convencer a un inglés o un americano de que su concepto de libertad individual perjudica a la libertad colectiva. ¿Cómo explica Singer este trabalenguas?
"Supongamos que yo vivo en las afueras y trabajo en la ciudad. Puedo ir en coche a trabajar o coger el autobús. Prefiero no esperar el autobús, de modo que cojo el coche. Cincuenta mil personas más que viven en la misma zona que yo toman la misma decisión. La carretera que conduce a la ciudad queda embotellada, llena de coches. Todos tardamos una hora en recorrer diez kilómetros. Todos hemos elegido libremente, porque nadie ha interferido deliberadamente en nuestra elección, pero el resultado no es el que queremos ninguno de nosotros. Si todos fuésemos en autobús, las carreteras estarían vacías y podríamos llegar al trabajo en veinte minutos. Aunque esperar en la parada del autobús sea un inconveniente, todos preferiríamos hacerlo a viajar así. Por supuesto, somos libres de coger el autobús, pero todos los demás coches que están en la carretera entorpecen el paso del autobús, de modo que ninguno de nosotros tiene motivos suficientes para hacerlo. Hemos elegido todos según nuestros propios intereses, pero el resultado no sirve a los intereses de nadie. Racionalidad individual, irracionalidad colectiva. [...] efecto acumulativo de incontables elecciones individuales es una sociedad en la que nadie, ni siquiera los capitalistas, han elegido."
Para Singer es precisamente la crítica al concepto liberal de libertad lo que sitúa a Marx en el panteón de los grandes filósofos de la historia. A esta libertad se la conoce como libertad negativa y consiste en poder actuar sin controles externos que me impidan lo que yo quiero. Es la ausencia de coacción, ya sea del estado o de tu vecino. Se atribuye a Sartre que la popularizase bajo el lema: "Mi libertad termina donde empieza la del otro". Sin embargo, para Marx la libertad estaría coja si solo se la estudiase desde el punto de vista de la injerencia externa, porque hay unas circunstancias limitantes que también se dan aunque nadie te impide hacer nada. Por ejemplo, supongamos que un pobre quiere apostar por darle la mejor educación a su hijo. No puede hacerlo y ciertamente no tiene la misma libertad que un rico. Así pues, la libertad positiva consiste en tener medios para poder hacer lo que quieras. Para Marx la libertad no solo se conquista asegurando que nadie interfiera en tus deseos, sino creando los medios que te permitan llevarlos a cabo. No es la falta de coacción, sino la autorrealización lo que nos hace libres. Mientras no tengamos unos puntos de partida iguales no podemos acusarnos los unos a los otros de ser peores corredores en la carrera hacia nuestros sueños. Pero ese concepto no ha demostrado ser mejor que el liberal. Ambos, en realidad, tienen el mismo problema: no se sabe muy bien como acotarlos para que no terminen pervirtiendo los fines a los que dicen servir.
"Volvamos por un momento a nuestro ejemplo sobre los trabajadores que viven en las afueras y trabajan en el centro. Celebran una reunión. Todos se ponen de acuerdo en que sería mejor dejar los coches en casa. Salen, disfrutando de la perspectiva de que no haya más atascos de tráfico. Pero en la privacidad de sus hogares, algunos se dicen para sí: «Si todo el mundo va a coger el autobús mañana, las carreteras estarán vacías. Así que cogeré el coche. Entonces tendré la comodidad del transporte puerta a puerta y al mismo tiempo la ventaja de un recorrido sin tráfico». Desde el punto de vista del interés propio, este razonamiento es válido. Mientras la mayoría coja el autobús, unos pocos pueden viajar libres, sin perder nada ellos mismos, gracias a que los demás han adaptado su conducta a las necesidades sociales. ¿Qué debe hacer la mayoría? ¿Debería dejarse a la conciencia de cada individuo decidir si seguir una pauta aparte? En ese caso, existe el riesgo de que el sistema se descalabre, porque si unos pocos empiezan a coger el coche, pronto les seguirán otros, ya que a nadie le gusta que se aprovechen de él. ¿O debería la mayoría intentar obligar a la minoría a coger el autobús? Eso se puede hacer en nombre de la libertad para todos, y quizá sea lo correcto, pero también se corre el riesgo de que no quede libertad para nadie, especialmente si la compañía de autobuses tiene el monopolio y se vuelve poco eficiente."

¿CRÍMENES DE INSPIRACIÓN MARXISTA? 


Peter Singer exculpa a Marx de los crímenes que los estados comunistas del siglo XX han hecho en su nombre, de la misma manera que se suele exculpar a Nietzsche por haber servido de inspiración al superhombre ario del nazismo. Pero en ambos casos se puede hacer un esfuerzo por rastrear el hilo de la práctica política y conectarlo de alguna forma con algunas de sus ideas originales. No nos sirve para culpar a sus autores, por supuesto, como tampoco podríamos culpar a Adam Smith de los crímenes en nombre del capitalismo o bajo su paraguas. Pero sí nos sirve para explicar cómo unas teorías tan poco científicas han podido esgrimirse vehementemente para fines tan opuestos a los originales.
 

LA GLOBALIZACIÓN, LA DESIGUALDAD Y EL NACIONALISMO


En su parte final Peter Singer vuelve a cuestionar algunos aspectos del marxismo, especialmente a la luz de sus fallidos pronósticos y de la globalización actual. Los trabajadores de países industrializados se han dormido en los laureles, dejando en la estacada a los de los países pobres. ¿Dónde está la famosa internacional proletaria? Lo que ha sucedido es una internacional del capitalismo, una globalización del capitalismo que hace que allá donde va los trabajadores mejoran sus condiciones en términos absolutos. Aunque en términos relativos, la desigualdad que Thomas Piketty denuncia es cada vez mayor. 
 

Entonces, ¿qué juicio de valor debería tener en torno al capitalismo? Puede que haya unos cuantos millonarios con más dinero que países enteros y que la mayoría de la población mundial pero eso no demuestra que se hayan hecho ricos a costa de los pobres. ¿O sí? Es indudable que algunos aspectos de la globalización favorecen a los ricos en detrimento de los pobres, como por ejemplo, comprar petróleo y minerales a dictaduras que se usarán el dinero para perpetuarse en el poder. Pero, como ya hemos visto, esa mala distribución de la riqueza no es relevante para Marx, ya que según Singer la principal preocupación marxista es estar preparados para cuando el capitalismo colapse. La obligación de los partidos comunistas es crear conciencia entre la clase proletaria para que actúen unidos, para que se organicen de manera internacional y puedan combatir a todos los capitalismos del mundo. Lo que no se podía esperar Marx era que todos esos capitalismos prácticamente se fusionasen en un solo: la globalización. Y si los proletarios no se han unido no solo ha sido porque sus condiciones laborales han mejorado, adormeciendo sus sueños revolucionarios, sino porque el nacionalismo ha sido un aglutinador mucho más potente que el internacionalismo marxista.
 

CAMBIAR EL MUNDO SIN HACER DEMASIADO CASO A MARX


La intención de Marx está bien clara en su tumba de Londres, en el cementerio de Highgate, en la que se puede leer su famosa frase:

"Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo."

Pero los métodos y las tesis más ortodoxas que Marx propuso para conseguirlo se han revelado un total fracaso. El capitalismo nunca estuvo cerca de su colapso. Los más acérrimos marxistas siguen esperando ese momento que creen que está a la vuelta de la esquina, casi tanto como muchos cristianos creen que la segunda venida de Jesucristo es inminente, porque así se lo dicen sus textos sagrados. Pero la realidad es tozuda. El capitalismo goza de buena salud. Es cierto que produce ciertos cánceres, pero están muy focalizados y la metástasis nunca llega a afectar al funcionamiento del organismo. Éste puede seguir funcionando porque él mismo se encarga de extirpar o silenciar sus partes más necrosadas.
 
Y ahí, la sociedad al margen del estado, tiene cierto poder de acción. Existen organizaciones benéficas, y Singer ha propulsado un movimiento llamado "altruismo eficaz" que trata de hacer algo positivo con los más necesitados. No se trata de aliviar las conciencias con limosnas sino de supervisar que hay un cambio real. Las ayudas necesitan ser supervisada, no para evitar hacerlas, sino para evitar que caigan en saco roto. En cierto sentido, Peter Singer es más marxista que muchos otros que se dan en el pecho con El Capital.
 
 Terminamos con las líneas finales del libro:
 
"Muchas personas apoyan a esas organizaciones, pero es común oír decir a partidarios de izquierdas que en lugar de apoyar obras de caridad, lo que deberíamos hacer es derrocar el orden económico capitalista mundial y cambiarlo por un orden económico socialista. Esta forma de pensar encierra dos errores fundamentales. En primer lugar, nadie tiene ni idea de cómo conseguir derrocar el orden económico mundial. En segundo lugar, nadie puede señalar un sistema que haya demostrado en la práctica dar mejores resultados que el capitalismo. El mismo Marx insistía en lo productivo que es el capitalismo. No hay ejemplos de economías comunistas florecientes en las cuales, por usar las palabras de Marx en su «Crítica del Programa Gotha», «las fuentes de la riqueza cooperativa fluyan más abundantemente» que bajo el capitalismo. Incluso los intentos a pequeña escala de crear comunidades igualitarias, como el movimiento israelí de los kibutz, han abandonado en gran medida sus ideas originales. Los asentamientos colectivos ahora emplean a gente externa para hacer gran parte del trabajo duro. Las comunas hippies de la década de 1970, algunas de las cuales se fundaron con la intención explícita de constituirse como una alternativa al capitalismo y el consumismo, han desaparecido casi por completo. Sin ninguna idea de cómo se puede derrocar el capitalismo y ningún modelo de éxito para reemplazarlo, dedicarse a derrocar el capitalismo mundial es como emprender un viaje arduo y peligroso hacia un destino que uno quizá no alcance nunca y, si lo hace, puede resultar peor que el punto de partida del que habíamos salido. 
[...]  
hemos aprendido muchísimo sobre qué funciona y qué no a la hora de aliviar la pobreza. La educación gratuita y universal, la vivienda social, el subsidio por desempleo, las pensiones para los ancianos y los discapacitados, y (en todas las naciones ricas excepto Estados Unidos) una sanidad pública universal, han hecho más para reducir el sufrimiento humano que los intentos más benévolos de introducir el comunismo. Todavía queda mucho que aprender, y mucho que hacer. En el momento en que escribo este libro, algunas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales están experimentando, en gran medida siguiendo el espíritu de la ingeniería social gradual de Popper, con la provisión de un ingreso básico universal que dé a todo el mundo, trabaje o no, lo suficiente para vivir. Algunos creen que tendremos que introducir un arreglo de este tipo cuando los robots y la inteligencia artificial vuelvan inútiles a los trabajadores humanos en una amplia gama de industrias y profesiones. Cuando llegue esa transformación, las ideas de Marx sobre el papel que representan los intereses económicos en nuestra vida intelectual y política seguirán siendo relevantes; su predicción de la inevitabilidad de una revolución proletaria, en cambio, no."
 


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